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La Historia de la Redención
la falta de una fe viviente deja a muchos destituidos de la gracia tan
ricamente provista por nuestro misericordioso Redentor.
Toda clase de gente se congregaba en las reuniones adventistas.
Los ricos y los pobres, los encumbrados y los humildes estaban, por
diversos motivos, ansiosos de escuchar por sí mismos la doctrina
del segundo advenimiento. El Señor mantenía en jaque el espíritu
de oposición mientras sus siervos exponían las razones de su fe.
A veces los instrumentos eran débiles; pero el Espíritu de Dios
daba poder a su verdad. La presencia de los santos ángeles se sentía
en esas reuniones, y muchos se unían diariamente a los creyentes.
Cuando se repetían las evidencias del pronto regreso de Cristo,
vastas multitudes escuchaban esas solemnes palabras en completo
silencio. Parecía que el cielo y la tierra se acercaban. El poder
de Dios se manifestaba entre los jóvenes, los ancianos y la gente
madura. Regresaban a sus hogares con alabanzas en los labios, y
alegres voces resonaban en el aire tranquilo de la noche. Ninguno
de los que asistió a esas reuniones podrá olvidar jamás esas escenas
tan profundamente interesantes.
La oposición
La proclamación de un momento definido para la venida de
Cristo despertó la gran oposición de mucha gente de todas las clases,
desde el ministro en el púlpito hasta el más osado pecador. “¡Nadie
sabe ni el día ni la hora!” decía a la vez el hipócrita ministro y el
burlador más atrevido. Cerraron sus oídos a las claras y armoniosas
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explicaciones del texto que daban los que se referían al fin de los
períodos proféticos y a las señales que Cristo mismo había anunciado
como pruebas de su advenimiento.
Muchos de los que profesaban amar al Salvador declararon que
no se oponían a la predicación de su venida; sólo objetaban la fijación
de un momento definido. El ojo de Dios que todo lo ve leía lo que
había en los corazones. No querían escuchar que Cristo vendría
para juzgar al mundo con justicia. Habían sido siervos infieles, sus
obras no podrían resistir la inspección del Dios que escudriña los
corazones, y temían encontrarse con su Señor. Como los judíos en
ocasión del primer advenimiento de Cristo, no estaban preparados
para dar la bienvenida a Jesús. Satán y sus ángeles se regocijaron y