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La Historia de la Redención
Entonces comenzó el jubileo, durante el cual la tierra descansará.
Vi al piadoso esclavo ponerse de pie triunfalmente y victorioso,
mientras sacudía las cadenas que lo aherrojaban, y su malvado amo
permanecía confuso y sin saber qué hacer, porque los impíos no
podían comprender las palabras de Dios.
La segunda venida de Cristo
Pronto apareció la gran nube blanca sobre la que reposaba el
Hijo del hombre. Cuando apareció primero a la distancia parecía
muy pequeña. El ángel dijo que era la señal del Hijo del hombre.
Cuando se acercó a la tierra pudimos contemplar la excelsa gloria y
la majestad de Jesús que avanzaba como vencedor. Una comitiva de
ángeles ceñidos de brillantes coronas lo escoltaba en su camino.
No hay palabras para describir la magnificencia de este espec-
táculo. Cuando se acercó la nube viviente de insuperable gloria y
majestad, pudimos contemplar con nitidez la amable figura de Jesús.
No llevaba una corona de espinas; ceñía su santa frente en cambio
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una corona de gloria. Sobre sus vestidos y su muslo había un nombre
escrito: Rey de reyes y Señor de señores. Su rostro resplandecía más
que el sol al mediodía, sus ojos eran como llama de fuego y sus
pies tenían el aspecto del bronce bruñido. Su voz tenía el sonido de
numerosos instrumentos musicales. La tierra tembló delante de él;
los cielos se desvanecieron como un pergamino que se enrolla, y
todo monte y toda isla se removió de su lugar. “Y los reyes de la
tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo
siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de
los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros,
y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono,
y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y
quién podrá sostenerse en pie?”
Apocalipsis 6:15-17
.
Los que poco antes habrían eliminado de la tierra a los fieles
hijos de Dios, vieron entonces la gloria del Señor que reposaba sobre
ellos. Y en medio de su terror escucharon las voces de los santos
que en gozosa melodía decían: “He aquí, este es nuestro Dios, le
hemos esperado, y nos salvará”.
Isaías 25:9
.