Página 344 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 64—La segunda resurrección
Entonces Jesús, acompañado de su comitiva de ángeles y de
los santos redimidos, salió de la ciudad. Los ángeles rodearon a
su Comandante y lo escoltaron durante el viaje, y el cortejo de los
rescatados los seguía. Después, con terrible y pavorosa majestad, el
Señor llamó a los impíos muertos, que resucitaron con los mismos
cuerpos débiles y enfermizos con que habían descendido al sepulcro.
¡Qué espectáculo! ¡Qué escena! En la primera resurrección todos
surgieron revestidos de inmortal lozanía, pero en la segunda se veían
en todos los estigmas de la maldición. Los reyes y los nobles de
la tierra, los ruines y los miserables, los eruditos y los ignorantes,
todos resucitaron juntos. Todos contemplaron al Hijo del hombre;
y los mismos que lo despreciaron y escarnecieron, los que ciñeron
con corona de espinas su santa frente y lo golpearon con la caña,
lo vieron entonces revestido de toda su regia majestad. Los que
le escupieron el rostro en ocasión de su juicio rehuyeron entonces
su penetrante mirada y el resplandor de su semblante. Los que
traspasaron con clavos sus manos y sus pies vieron en ese momento
las marcas de la crucifixión. Los que introdujeron la lanza en su
costado vieron en su cuerpo la señal de su crueldad. Y sabían que
era el mismo a quien ellos crucificaron y escarnecieron durante su
agonía. Se escuchó entonces un prolongado gemido de angustia,
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cuando huyeron a esconderse de la presencia del Rey de reyes y
Señor de señores.
Todos trataron de ocultarse tras las rocas o escudarse de la terri-
ble gloria de Aquel a quien una vez despreciaron. Y abrumados y
afligidos por su majestad y su excelsa gloria, alzaron unánimemente
la voz y exclamaron con terrible claridad: “¡Bendito el que viene en
el nombre del Señor!”
Después Jesús y los santos ángeles, acompañados por todos los
santos, regresaron a la ciudad mientras los amargos lamentos y el
llanto de los impíos condenados saturaba el aire. Vi que Satanás
reanudaba entonces su obra. Recorrió las filas de sus súbditos y for-
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