Página 346 - La Historia de la Redenci

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Capítulo 65—La coronación de Cristo
De nuevo apareció Cristo a la vista de sus enemigos. Por encima
de la ciudad, sobre fundamentos de oro bruñido, había un trono alto
y sublime. Sobre ese trono se sentó el Hijo de Dios, y a su alrededor
estaban los súbditos de su reino. No hay lengua ni pluma que puedan
describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre eterno
envolvía a su Hijo. El resplandor de su presencia invadía la ciudad
de Dios y trasponía sus puertas, inundando toda la tierra con sus
rayos.
Junto al trono estaban los que antes habían sido celosos pro-
motores de la causa de Satanás pero que, rescatados como tizones
arrebatados del incendio, habían seguido al Salvador con profunda
e intensa devoción. Detrás estaban los que perfeccionaron carac-
teres cristianos en medio de la falsedad y la infidelidad, los que
honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró nula,
y los millones de todas las épocas que cayeron como mártires por
causa de su fe. Y más atrás aún estaba la “gran multitud, la cual
nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas...
estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos
de ropas blancas, y con palmas en las manos”.
Apocalipsis 7:9
. Su
lucha había concluido, su victoria ya había sido lograda. Habían
corrido la carrera y habían alcanzado el premio. La palma que tenían
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en la mano era el símbolo de su triunfo, la vestidura blanca era
un emblema de la justicia inmaculada de Cristo, que entonces les
pertenecía.
Los redimidos elevaron un himno de alabanza que sonó y resonó
por la bóveda celeste: “La salvación pertenece a nuestro Dios que
está sentado en el trono, y al Cordero”. Los ángeles y los serafines
unieron sus voces en adoración. Puesto que los redimidos habían
experimentado el poder y la maldad de Satanás, se dieron cuenta,
como nunca antes, que sólo el poder de Cristo podía darles la victoria.
En toda esa resplandeciente multitud nadie se adjudicó la salvación
a sí mismo, ni creyó que había triunfado gracias a su propio poder y
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