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La Historia de la Redención
El libre albedrío del hombre
Dios instruyó a nuestros primeros padres con respecto al árbol
del conocimiento, y ellos estaban plenamente informados acerca
de la caída de Satanás, y del peligro de escuchar sus sugerencias.
No les quitó la facultad de comer el fruto prohibido. Dejó que co-
mo seres moralmente libres creyeran su palabra, obedecieran sus
mandamientos y vivieran, o creyeran al tentador, desobedecieran y
perecieran. Ambos comieron, y la gran sabiduría que obtuvieron fue
el conocimiento del pecado y un sentimiento de culpa. El manto de
luz que los envolvía pronto desapareció, y presas del sentimiento de
culpa y de haber perdido la protección divina, un temblor se apoderó
de ellos y trataron de cubrir sus cuerpos desnudos.
Nuestros primeros padres decidieron creer las palabras de una
serpiente, según pensaban, que no les había dado prueba alguna
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de su amor. No había hecho nada por su felicidad y su beneficio,
mientras Dios les había dado todo lo que era bueno para comer y
agradable a la vista. Doquiera descansaba la mirada había abun-
dancia y belleza; sin embargo, Eva fue engañada por la serpiente, y
llegó a pensar que se les había ocultado algo que podía hacerlos tan
sabios como Dios mismo. En vez de creer en Dios y confiar en él,
rechazó mezquinamente su bondad y aceptó las palabras de Satanás.
Después de su transgresión Adán imaginó al principio que expe-
rimentaba el surgimiento de una forma de vida nueva y más elevada.
Pero pronto el pensamiento de su transgresión lo llenó de terror. El
aire, que había sido agradable y de temperatura uniforme, parecía
querer congelarlos ahora. La pareja culpable experimentaba un sen-
timiento de pecado. Sentían temor por el futuro, una impresión de
necesidad y desnuda el alma. El dulce amor y la paz, y ese feliz y
arrobado contentamiento, parecieron haber desaparecido, y en su
lugar los sobrecogió una sensación de necesidad que nunca habían
experimentado antes. Entonces, por primera vez, prestaron atención
a lo externo. Nunca habían estado vestidos sino que los había envuel-
to una luz como a los ángeles celestiales. Esa luz que los rodeaba
había desaparecido. Para aliviar esa sensación de necesidad y desnu-
dez que experimentaban, trataron de buscar algo que les cubriera el
cuerpo, pues, ¿cómo podrían comparecer desnudos ante Dios y los
ángeles?