Página 71 - La Historia de la Redenci

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Abrahán y la simiente prometida
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ra destruir Sodoma, y le repitieron la promesa en forma más definida
aún que Sara tendría un hijo.
El hijo prometido
Después del nacimiento de Isaac la gran alegría manifestada por
Abrahán y Sara indujo a Agar a ponerse muy celosa. Ismael había
sido instruido por su madre en el sentido de que él iba a ser ben-
decido especialmente por Dios, como hijo de Abrahán, y heredero
de todo lo que se le había prometido al patriarca. Compartió, por lo
tanto, los sentimientos de su madre, y se sintió enojado por el gozo
manifestado ante el nacimiento de Isaac. Lo despreció, porque creyó
que se lo preferiría a él. Sara observó la actitud de Ismael contra su
hijo Isaac, y se sintió profundamente ofendida. Informó a Abrahán
con respecto a la conducta irrespetuosa de Ismael hacia ella y su hijo
Isaac, y le dijo: “Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta
sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo”.
Abrahán se sintió profundamente preocupado. Ismael era su hijo,
y lo quería mucho. ¿Cómo podía despedirlo? Oró a Dios en medio
de su perplejidad porque no sabía qué hacer. El Señor informó al
patriarca por medio de sus ángeles que escuchara la voz de Sara, su
mujer, y que no permitiera que su afecto por su hijo o por Agar le
impidiera cumplir la voluntad de ella. Esto era lo único que podía
hacer para restaurar la armonía y la felicidad en la familia. Recibió
la consoladora promesa, por parte del ángel, de que Ismael, aunque
separado de la casa de su padre, no moriría ni sería olvidado por
Dios, porque se lo preservaría por causa de que era hijo de Abrahán.
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También el Señor le prometió hacer de Ismael una gran nación.
El patriarca tenía una disposición noble y generosa que se puso
de manifiesto en su ferviente intercesión en favor de los habitantes de
Sodoma. Su fuerte espíritu sufrió mucho. Estaba abrumado de pesar,
y su amor paternal fue profundamente conmovido cuando despidió
a Agar y a su hijo Ismael para que peregrinaran como extranjeros
por tierra ignota.
Si Dios hubiera sancionado la poligamia no habría dicho a
Abrahán que despidiera a Agar y a su hijo. Mediante este caso
quiso enseñarnos a todos una lección, es a saber, que los derechos
y la felicidad de la relación matrimonial deben ser respetados y