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La Historia de la Redención
preservados siempre, aun a costa de grandes sacrificios. Sara era la
primera y la única verdadera esposa de Abrahán. Tenía derechos,
como esposa y madre, que nadie más podía tener en el seno de la
familia. Reverenciaba a su esposo y lo llamaba señor, pero sentía
celos de que sus afectos fueran compartidos con Agar. El Señor no
reprendió a Sara por la actitud que asumió. Los ángeles, en cambio,
reprendieron a Abrahán por desconfiar del poder de Dios, lo que lo
indujo a tomar a Agar por esposa con la idea de que por medio de
ella se cumplirían las promesas.
La prueba suprema de su fe
De nuevo el Señor consideró conveniente probar la fe del pa-
triarca por medio de una prueba tremenda. Si hubiera soportado la
primera prueba y hubiera aguardado con paciencia que la promesa se
cumpliera en Sara, y no hubiera tomado a Agar por esposa, no habría
sido sometido a la prueba más dura que haya experimentado hombre
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alguno. El Señor le ordenó: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a
quien amas, y vete a tierra de Moria, y ofrécelo allí en holocausto
sobre uno de los montes que yo te diré”.
Abrahán no fue incrédulo ni vacilante; por el contrario, muy
temprano, de mañana, tomó dos de sus siervos e Isaac, su hijo, junto
con la leña para el holocausto, y se fue en dirección del lugar acerca
del cual el Señor le había hablado. Nada dijo a Sara acerca de la
naturaleza de su viaje, porque sabía cuánto amaba a Isaac, y que
ese afecto la induciría a desconfiar de Dios y a no entregar a su
hijo. El patriarca no permitió que el amor paternal lo dominara
y lo indujera a rebelarse contra Dios. El mandamiento del Señor
había sido calculado para sacudirlo profundamente. “Toma ahora
a tu hijo”. Y entonces, como para probar un poco más su corazón,
añadió: “Tu único, Isaac, a quien amas”; es decir, al único hijo de la
promesa, “y ofrécelo allí en holocausto”.
Durante tres días este padre viajó con su hijo y tuvo suficiente
tiempo para pensar y dudar de Dios si se hubiera sentido inclinado a
ello. Pero no lo hizo. Tampoco pensó que la promesa se cumpliría
ahora por medio de Ismael, porque Dios le había dicho con toda
seguridad que por medio de Isaac se cumpliría finalmente.