Página 73 - La Historia de la Redenci

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Abrahán y la simiente prometida
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Abrahán creía que Isaac era el hijo de la promesa. También
creía que Dios había hablado con claridad cuando le ordenó que lo
ofreciera en holocausto. No dudó de la promesa de Dios; en cambio
creyó que si el Señor, que en su providencia había permitido que
Sara tuviera un hijo en su vejez, le había pedido que tomara la vida
de su hijo, se la podría dar de nuevo y levantar a Isaac de entre los
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muertos.
El patriarca dejó a los siervos a mitad de camino y se decidió
a ir solo con su hijo para adorar al Señor un poco más allá. No
podía permitir que lo acompañaran y que impulsados por su amor
a Isaac se sintieran inducidos a impedir que se cumpliera lo que
Dios le había ordenado hacer. Tomó la leña de manos de ellos y
la cargó sobre los hombros de su hijo. También llevó el fuego y el
cuchillo. Estaba listo para cumplir la terrible misión que Dios le
había encomendado. El padre y el hijo caminaban juntos.
“Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y
él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la
leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió
Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío.
E iban juntos”. El decidido, amante y sufrido padre avanzó con
firmeza al lado de su hijo. Cuando llegaron al lugar que Dios le
había señalado levantó un altar allí y puso la leña en orden lista para
el sacrificio, y entonces informó a Isaac que Dios le había mandado
ofrecerlo en holocausto. Le repitió la promesa que el Señor le había
hecho varias veces, de que por medio de él llegaría a ser una gran
nación, y que al cumplir la orden de Dios de quitarle la vida Dios
cumpliría su promesa porque era capaz de levantarlo de entre los
muertos.
El mensaje del ángel
Isaac creyó en Dios. Se le había enseñado a obedecer sin titu-
beos a su progenitor, y amaba y reverenciaba al Dios de su padre.
Podría haberse resistido si hubiera querido. Pero después de abrazar
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afectuosamente al anciano, se sometió, y permitió que éste lo atara
sobre la leña. Y cuando la mano del padre se levantó para quitar la
vida de su hijo, un ángel de Dios, que había estado observando toda
la fidelidad de Abrahán en su camino al monte Moria, lo llamó desde