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La Historia de la Redención
entonces: “¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón
le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has
luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.
La fe que prevalece
La fe perseverante de Jacob por fin prevaleció. Se aferró con
firmeza del ángel hasta que obtuvo la bendición que deseaba, y la
seguridad del perdón de sus pecados. Su nombre cambió entonces
de Jacob, el suplantador, a Israel, que significa príncipe de Dios.
“Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y
el varón respondió: ¿Por qué me preguntas mi nombre? Y lo bendijo
allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi
a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”. Era Cristo quien estuvo
con Jacob aquella noche; con él luchó; a él retuvo con perseverancia
hasta que éste lo bendijo.
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El Señor escuchó las súplicas de Jacob y cambió los propósi-
tos del corazón de Esaú. No sancionó, sin embargo, su conducta
equivocada. Su vida estuvo llena de dudas, perplejidades y remor-
dimientos por causa de su pecado, hasta el momento cuando luchó
fervientemente con el ángel, y tuvo la evidencia de que Dios lo había
perdonado.
“Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Betel le halló,
y allí habló con nosotros. Mas Jehová es Dios de los ejércitos; Jehová
es su nombre”.
Oseas 12:4, 5
.
Esaú marchaba entretanto frente a un ejército contra Jacob, con
el propósito de darle muerte. Pero mientras éste luchaba con el ángel
aquella noche, otro ángel fue enviado para tocar el corazón de Esaú
mientras dormía. En su sueño vio a su hermano exiliado por veinte
años de la casa de su padre, porque temía por su vida. Y notó su
dolor al enterarse de que su madre había muerto. Vio la humildad
de Jacob y a los ángeles de Dios que lo rodeaban. Soñó que cuando
lo encontrara ya no tendría la intención de causarle daño. Cuando
despertó contó su sueño a sus cuatrocientos hombres y les dijo que
no le hicieran mal, pues el Dios de su padre estaba con Jacob. Y
cuando se encontraran con él, ninguno de ellos debería hacerle daño.
“Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí que venía Esaú, y los
cuatrocientos hombres con él... Y él pasó delante de ellos y se inclinó