Página 85 - La Historia de la Redenci

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Jacob y el ángel
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a tierra siete veces, hasta que llegó a su hermano. Pero Esaú corrió
a su encuentro y lo abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y
lloraron”. Jacob insistió para que Esaú aceptara una ofrenda de paz,
pero él la rechazó. Jacob lo instó diciéndole: “Acepta, te ruego, mi
presente que te he traído, porque Dios me ha hecho merced, y todo
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lo que hay aquí es mío. E insistió con él, y Esaú lo tomó”.
Una lección objetiva
Jacob y Esaú representan dos clases: El primero, a los justos, y
el segundo, a los impíos. La angustia que Jacob experimentó cuando
Esaú marchaba contra él con sus cuatrocientos hombres, representa
la angustia que experimentarán los justos cuando se promulgue el
decreto de muerte contra ellos inmediatamente antes de la venida
del Señor. Cuando los impíos se reúnan a su alrededor se llenarán de
angustia, pues, al igual que Jacob, no podrán ver salvación para sus
vidas. El ángel se puso delante del patriarca y éste se asió de aquél y
luchó con él toda la noche. Así también los justos, en su momento de
prueba y angustia, lucharán en oración con Dios, como Jacob luchó
con el ángel. El patriarca en su angustia oró toda la noche para verse
libre de la mano de Esaú. Los justos en su angustia mental clamarán
a Dios día y noche para verse libres de la mano de los impíos que
los rodearán.
Jacob confesó su indignidad: “Menor soy que todas las miseri-
cordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo”. Los
justos en su angustia se sentirán profundamente convencidos de su
falta de méritos, y con muchas lágrimas reconocerán su completa
indignidad y, al igual que Jacob, se aferrarán de las promesas de
Dios por medio de Jesucristo, hechas precisamente para pecadores
tan dependientes, tan desamparados y tan arrepentidos.
El patriarca se aferró firmemente del ángel en su aflicción, y no
lo dejó partir. Mientras le suplicaba con lágrimas éste le recordó
sus errores pasados y trató de librarse de él, para probarlo. Así
también serán probados los justos en el día de su angustia, para que
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manifiesten la fortaleza de su fe, su perseverancia, e inconmovible
confianza en el poder de Dios para librarlos.
Jacob no quiso desistir. Sabía que Dios era misericordioso y
recurrió a su misericordia. Señaló su pasada tristeza por sus errores