Página 89 - La Historia de la Redenci

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Los hijos de Israel
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que llegara a ser superior a ellos. Pensaban que lo habían enviado
a donde no los molestaría más con sus sueños, y donde no existía
la menor posibilidad de que se cumplieran. Pero Dios empleó los
procedimientos de ellos para que precisamente se cumpliera lo que
habían resuelto que jamás ocurriese: que él se enseñoreara de ellos.
El Señor no permitió que José fuera solo a Egipto. Los ángeles
prepararon el camino para la recepción que allí se le iba a dar. Potifar,
funcionario de la corte de Faraón, capitán de la guardia, lo compró a
los ismaelitas. Y el Altísimo estuvo con José, le dio prosperidad y
le ganó la simpatía de su amo, de tal manera que éste encomendó
al cuidado del joven todo lo que poseía. “Y dejó todo lo que tenía
en manos de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino
del pan que comía”. Se consideraba abominación que un hebreo
preparara alimentos para un egipcio.
Cuando se lo tentó para que se desviara de la senda recta, para
que violara la ley de Dios y traicionara a su amo, resistió firmemente
y dio evidencias del poder elevador del temor de Dios en la respuesta
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que dio a la esposa de su señor. Después de referirse a la gran
confianza de éste, y al hecho de que le había confiado todo lo que
tenía, exclamó: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal y pecaría
contra Dios?” Nadie lograría que se desviara de la senda de la justicia
para que pisoteara la ley de Dios ni con halagos ni con amenazas.
Cuando se lo acusó falsamente de haber cometido un nefando
crimen, no se hundió en la desesperación. Consciente de su inocencia
y su justicia continuó confiando en Dios. Y el Señor, que lo había
sostenido hasta ese momento, no lo abandonó. Fue aherrojado y
lanzado a una lóbrega celda. Pero el Señor convirtió en bendición
incluso esa desgracia. Suscitó la simpatía del encargado de la prisión,
y pronto José estuvo a cargo de todos los presos.
Aquí tenemos un ejemplo para todas las generaciones de creyen-
tes que habrían de vivir sobre la tierra. Aunque estén expuestos a la
tentación debieran saber que hay una defensa al alcance de la mano,
y que si finalmente no reciben protección será por su propia culpa.
Dios será un pronto auxilio y su Espíritu será un escudo. Aunque
estén rodeados de las más terribles tentaciones hay una fuente de
fortaleza a la cual pueden recurrir para resistirlas.
¡Cuán tremendo fue el embate que se lanzó contra la natura-
leza moral de José! Provino de alguien que ejercía influencia, de