Página 108 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El Ministerio de la Bondad
falsa de lo que es la reforma alimentaria, y los inducen a desecharla
por completo.
Los que entienden debidamente las leyes de la salud y que se
dejan dirigir por los buenos principios, evitan los extremos, y no
incurren en la licencia ni en la restricción. Escogen su alimento no
meramente para agradar al paladar, sino para reconstituir el cuerpo.
Procuran conservar todas sus facultades en la mejor condición po-
sible para prestar el mayor servicio a Dios y a los hombres. Saben
someter su apetito a la razón y a la conciencia, y son recompensados
con la salud del cuerpo y de la mente. Aunque no imponen sus
opiniones a los demás ni los ofenden, su ejemplo es un testimonio en
favor de los principios correctos. Estas personas ejercen una extensa
influencia para el bien.
En la reforma alimentaria hay verdadero sentido común. El
asunto debe ser estudiado con amplitud y profundidad, y nadie debe
criticar a los demás porque sus prácticas no armonicen del todo
con las propias. Es imposible prescribir una regla invariable para
regular los hábitos de cada cual, y nadie debe erigirse en juez de
los demás. No todos pueden comer lo mismo. Ciertos alimentos
que son apetitosos y saludables para una persona, bien pueden ser
desabridos, y aun nocivos, para otra. Algunos no pueden tomar
leche, mientras que a otros les sienta bien. Algunos no pueden
digerir guisantes ni judías; otros los encuentran saludables. Para
algunos las preparaciones de cereales poco refinados son un buen
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alimento, mientras que otros no las pueden comer.—
El Ministerio
de Curación, 245, 246
.
Luz para la salvación del mundo
—Los que actúan como maes-
tros han de ser inteligentes en cuanto a la enfermedad y sus causas,
comprendiendo que cada acción del agente humano debería estar en
perfecta armonía con las leyes de la vida. La luz que Dios ha dado
en la reforma pro salud es para nuestra salvación y la salvación del
mundo. Hombres y mujeres deberían estar informados en cuanto a la
morada humana, preparada por nuestro Creador como su vivienda,
y sobre su deseo de que seamos fieles mayordomos. “Vosotros sois
el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en
ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo”.—
The Review
and Herald, 12 de noviembre de 1901
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