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El Ministerio de la Bondad
ejemplos que los rodean. Oyen el nombre de Dios solamente en
blasfemias. Las palabras impuras, los efluvios del alcohol y el tabaco,
la degradación moral de toda clase son las cosas que sus oídos y
sus ojos perciben, y pervierten sus sentidos. De estas moradas de
miseria, claman por alimento y ropa muchos que no saben nada de
la oración.
Nuestras iglesias tienen que hacer una obra de la cual muchos no
tienen casi idea, una obra apenas iniciada hasta aquí. “Tuve hambre—
dice Cristo—, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber;
fuí huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y
me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí”.
Mateo 25:35,
36
. Algunos piensan que todo lo que se les exige es que den dinero
para esta obra; pero están en un error. El dinero donado no puede
reemplazar el ministerio personal. Es bueno que demos de nuestros
recursos, y muchos más debieran hacerlo; pero se requiere de todos
un servicio personal proporcional a sus fuerzas y oportunidades.
La obra de reunir a los menesterosos, los oprimidos, los dolien-
tes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad
para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho.
Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las ne-
cesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin
hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que
nos habiliten para alcanzar las mismas profundidades de la miseria
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humana y ayudar a aquellos que no pueden ayudarse. Cuando hace-
mos esta obra, tenemos una oportunidad favorable para presentar a
Cristo el crucificado.—
Joyas de los Testimonios 2:512-514
.
Comenzad ayudando a vuestros vecinos
—Cada miembro de
la iglesia debe considerar que tiene el deber especial de trabajar por
los que viven en su vecindario. Estudiad la mejor manera de ayudar
a los que no tienen interés en las cosas religiosas. Mientras visitáis
a vuestros amigos y vecinos, manifestad interés en su bienestar
espiritual, tanto como en el temporal. Presentad a Cristo como el
Salvador que perdona el pecado. Invitad a vuestros vecinos a vuestra
casa, y leed con ellos la preciosa Biblia y los libros que explican
sus verdades. Esto, unido a himnos sencillos y oraciones fervientes,
conmoverá su corazón. Enséñese a los miembros de la iglesia a hacer
esta obra. Es tan esencial como salvar a las almas entenebrecidas de
los países extranjeros. Mientras algunos se preocupan por las almas