Página 155 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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Incrédulos pobres
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de países lejanos, preocúpense y trabajen con igual diligencia por la
salvación de quienes los rodeen, todos los que se quedan en su país.
Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones
que no refrigeran ni el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a vi-
sitar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o ayudar a algún
necesitado.
Al tratar de ayudar a los pobres, los despreciados y los abandona-
dos, no trabajéis como montados en los zancos de vuestra dignidad
y superioridad, porque en tal caso nada lograríais. Sed verdadera-
mente convertidos y aprended de Aquel que es manso y humilde
de corazón. Debemos recordar siempre al Señor. Como siervos de
Cristo, digámonos, no sea que lo olvidemos: “He sido comprado
con precio”.
Dios no sólo pide nuestra benevolencia, sino también nuestro
comportamiento alegre, nuestras palabras llenas de esperanza, nues-
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tro apretón de manos. Mientras visitamos a los afligidos hijos de
Dios, hallaremos a algunos que han perdido la esperanza. Devolvá-
mosles la alegría. Hay quienes necesitan el pan de vida; leámosles
la Palabra de Dios. Sobre otros se extiende una tristeza que nin-
gún bálsamo ni médico terrenal puede curar; oremos por ellos, y
llevémoslos a Jesús.
En ocasiones especiales, algunos ceden a un sentimentalismo
que los lleva a movimientos impulsivos. Creen prestar así un gran
servicio a Cristo, pero tal no es el caso. Su celo muere pronto, y
entonces descuidan el servicio de Cristo. Lo que Dios acepta no es
un servicio espasmódico; no son arrebatos de actividad emotiva lo
que puede hacer bien a nuestros semejantes. Los esfuerzos espas-
módicos para hacer bien causan con frecuencia mayor perjuicio que
beneficio.—
Joyas de los Testimonios 2:514, 515
.
Dad la verdadera clase de ayuda
—Los métodos de ayudar a
los menesterosos deben ser considerados con cuidado y oración.
Debemos pedir sabiduría a Dios, porque él sabe mejor que los mor-
tales de vista tan corta cómo debe cuidarse a las criaturas que él ha
hecho. Hay quienes dan sin discriminación a todo aquel que solicita
su ayuda. En esto yerran. Al tratar de ayudar a los menesterosos,
debemos esmerarnos por darles la ayuda debida. Ciertas personas
continuarán haciéndose objetos especiales de la caridad mientras se
les ayude. Dependerán de otros mientras vean algo de lo cual puedan