Página 181 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El cuidado de los huérfanos
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Ved si no puede hacerse algo para atender a estos seres impotentes.
En la medida en que podáis hacerlo, dad hogar a los que no lo tienen.
Esté cada uno listo para ayudar en esta obra. El Señor dijo a Pedro:
“Apacienta mis corderos”. Esta orden nos es dirigida, y abriendo
nuestros hogares a los huérfanos, contribuimos a que se cumpla. No
permitamos que Jesús se chasquee con nosotros.
Tomemos estos niños y presentémoslos a Dios como una ofrenda
fragante. Pidamos su bendición sobre ellos, y luego amoldémoslos
de acuerdo a la orden de Cristo. ¿Aceptará nuestro pueblo este
santo cometido? A causa de nuestra piedad superficial y ambición
mundanal, ¿dejaremos que sufran y entren en malos caminos seres
por quienes Cristo murió?—
Joyas de los Testimonios 2:520-522
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[233]
Ellos son heredad de Dios
—Los huérfanos que son confiados
a los cristianos como depósito de Dios, con demasiada frecuencia
son pasados por alto y descuidados, y sin embargo son comprados
por precio, y son tan valiosos a la vista de Dios como nosotros.
... Deben ser atendidos; deben recibir especial cuidado. Vosotros
no podéis utilizar vuestros medios en mejor forma que abriendo
vuestras puertas para ofrecerles a ellos hogares. Cuando el Señor vea
que sois fieles en hacer lo que podéis para aliviar la miseria humana,
él conmoverá a otros para que provean los medios para el cuidado
de aquellos que necesitan ayuda. Los que ensanchen sus corazones
en esta clase de trabajo no harán más que cumplir con su deber.
Cristo es nuestro ejemplo. El era la Majestad del cielo, sin embar-
go, hizo más por nuestros prójimos de lo que cualquiera de nosotros
pueda posiblemente hacer. “Sois colaboradores con Dios”. No ha-
gáis ningún gasto superfluo para complacer el orgullo y la vanidad.
Depositad vuestras blancas y vuestras sumas mayores en el banco
del cielo, donde se acumularán. Muchos que han tenido las preciosas
oportunidades de llevar el yugo de Cristo en esta preciosísima clase
de trabajo han rehusado someterse al yugo. No resultaba placentero
practicar el desinterés, y descuidaron el hacer como suyos propios
los casos del pobre y del desventurado. No observaron los mandatos
de Cristo ni perfeccionaron cada talento que el Señor les ha dado,
cooperando con las inteligencias celestiales en la cosecha de almas
que servirán, honrarán y glorificarán el nombre de Cristo.—
The
Review and Herald, 15 de enero de 1895
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