Página 185 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El cuidado de los huérfanos
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tarea leve; el cielo ha colocado precisamente a los tales en vuestro
camino. Son bendiciones disfrazadas (
Ibid
.).
Las que tienen verdadero corazón de madre
—Las madres
que han educado sabiamente a sus hijos sienten el peso de la res-
ponsabilidad, no solamente por sus propios hijos, sino por los hijos
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de sus vecinos. Un verdadero y amante corazón de madre alcanza
a todos aquellos con quienes ella se relaciona. Con un decidido
esfuerzo, trata de atraer almas descarriadas a Cristo. Con su ayuda
y fortaleza, es capaz de realizar mucho. Y los que no tienen hijos
tienen responsabilidades que cumplir. En la mayoría de los casos,
pueden recibir en sus hogares a criaturas huérfanas y desamparadas.
Estas pueden ser preparadas, por amor de Cristo, para practicar esas
virtudes tan necesarias en nuestro mundo.—
Manuscrito 34, 1899
.
Permitid que la condición de esos pequeños desamparados im-
presione el corazón de cada madre, para que ella pueda ejercitar el
amor maternal hacia los niños huérfanos desamparados. Su desam-
paro conmueve todo don de Dios dado a la naturaleza humana.—
The
Medical Missionary, 1 de abril de 1895
.
En la amante atmósfera de un hogar cristiano
—Hay además
un sinnúmero de niños privados por completo de la dirección de
sus padres y de la influencia suavizadora de un hogar cristiano.
Abran los cristianos sus corazones y sus casas para recibir a estos
desamparados. La tarea que Dios ha encomendado a cada uno en
particular no deben transferirla a una institución de beneficencia ni
abandonarla a la caridad mundana. Si los niños no tienen parientes
que puedan atenderlos, encárguense los miembros de la iglesia de
encontrarles casa que los reciba. El que nos hizo dispuso que vivié-
ramos asociados en familias, y la naturaleza del niño se desarrollará
mejor en la atmósfera de amor de un hogar cristiano.
Muchos que no tienen hijos, harían una buena obra si se encarga-
ran de los hijos de otros. En vez de cuidar de animalitos y dedicarles
nuestros afectos, atendamos más bien a los pequeñuelos, cuyo carác-
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ter puede formarse según la imagen divina. Demos nuestro amor a
los miembros desamparados de la familia humana. Veamos a cuán-
tos de estos niños podemos educar en la disciplina y la amonestación
del Señor. Muchos son los que al obrar así recibirían gran beneficio
ellos mismos.—
El Ministerio de Curación, 155
.