Página 195 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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Capítulo 30—Nuestra responsabilidad hacia los
ciegos
Tratad a los ciegos con compasión
—El Señor desea que los
que están relacionados con la obra médico-misionera sean verdade-
ros misioneros. En palabra y acción, ellos deben ser como era Cristo.
No deben ser misericordiosos solamente cuando sienten un impulso
de mostrar misericordia, ni tampoco actuar por egoísmo con los que
son los más necesitados de la obra médico-misionera. Por ejemplo,
los ciegos deben ser tratados con compasión. Que los actos de los
médicos misioneros hacia los ciegos revelen que ellos han aprendido
que como verdaderos misioneros de Dios no han hecho por esa clase
desventurada de seres muchas cosas que han quedado sin ser hechas.
De acuerdo a lo que me fué presentado, sé que muchísimos casos
no han recibido el aliento que Cristo les habría dado de estar en el
lugar de nuestros médicos misioneros.
El Señor, él es Dios. El nota estos casos de negligencia. Cada una
de las acciones equivocadas es una tergiversación de su misericordia,
de su amor desinteresado y de su benevolencia.
He sido instruida para decir: “Vigilad cuidadosamente, con ora-
ción y escrupulosamente a fin de que la mente no se embargue con
negocios y transacciones muy importantes hasta el punto de que se
descuide la verdadera piedad y el amor por las almas se apague, a
pesar de la grande y enternecedora necesidad de que seáis la mano
ayudadora de Dios para los ciegos y para todos los demás desventu-
rados”. Los más desamparados demandan la mayor atención. Usad
vuestro tiempo y vuestra fuerza en aprender a ser fervientes en el
espíritu, a amar justicia y a amar misericordia, “sirviendo al Señor”.
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Recordad que Cristo dijo: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”.—
Manuscrito 109, 1902
.
A pesar de que Dios es un amigo para los ciegos y los infortuna-
dos, él no excusa sus pecados. Requiere de ellos que se sobrepongan
y perfeccionen un carácter cristiano en el nombre de Jesús, quien
venció en su beneficio. Pero Jesús se compadece de nuestras debili-
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