198
El Ministerio de la Bondad
embargo, aun éstos no están excluidos del banquete del Evangelio.
Han de recibir la invitación: “Venid”. Aunque se sientan indignos, el
Señor dice: “Fuérzalos a entrar”. No escuchéis excusa alguna. Con
amor y bondad, asíos de ellos. ... Esta obra, debidamente realizada,
salvará a muchos pobres pecadores que han sido descuidados por
las iglesias.—
Joyas de los Testimonios 2:517, 518
.
En esta obra de restauración, se requerirá mucho esfuerzo esme-
rado. No deben comunicarse a estas almas doctrinas extrañas que las
asombren; pero a medida que se les ayuda físicamente, se les debe
presentar la verdad para este tiempo. Hombres, mujeres y jóvenes
necesitan ver la ley de Dios con sus abarcantes requerimientos. No
son las penurias, el trabajo o la pobreza lo que degrada a la humani-
dad; es el pecado, la transgresión de la ley de Dios. Los esfuerzos
hechos para rescatar a los perdidos y degradados no tendrán valor a
menos que los requerimientos de la ley de Dios y la necesidad de
serle fieles se grabe en la mente y el corazón. Dios no ordenó nada
[260]
que no sea necesario para vincular a la humanidad consigo. “La ley
de Jehová es perfecta, que vuelve el alma. ... El precepto de Jehová,
puro, que alumbra los ojos”. “Por la palabra de tus labios—dice el
salmista—, yo me he guardado de las vías del destructor”.
Salmos
19:7, 8
;
17:4
.
Los ángeles están ayudando en esta obra de restaurar a los caídos,
y hacerlos volver a Aquel que dió su vida para redimirlos, y el
Espíritu Santo coopera con el ministerio de los agentes humanos
para despertar las facultades morales obrando sobre el corazón,
reprendiéndolo y convenciéndolo de pecado, de justicia y de juicio.—
Ibid. 497
.
La obra en pro de los intemperantes
—Debe hacerse todo lo
posible en beneficio de quienes son esclavos de malos hábitos.
En todas partes hay algo que hacer por las víctimas de la intem-
perancia. En el seno de las iglesias, de las instituciones religiosas
y de los hogares en que se hace profesión cristiana, muchos jóve-
nes van camino de su ruina. Sus hábitos intemperantes les acarrean
enfermedades, y por el afán de obtener dinero para satisfacer sus
apetitos pecaminosos caen en prácticas deshonestas. Arruinan su
salud y su carácter. Lejos de Dios, desechos de la sociedad, estas
pobres almas se sienten sin esperanza para esta vida ni para la veni-
dera. A los padres se les parte el corazón. Muchos consideran a estos