Página 21 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El porqué de la pobreza y el dolor
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Damos evidencia de nuestra relación con Dios, si somos misericor-
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diosos como lo es nuestro Padre celestial.—
Joyas de los Testimonios
2:521
.
El retener empequeñece el crecimiento espiritual
—Nada mi-
na la espiritualidad del alma más rápidamente que el albergar en ella
el egoísmo y las preocupaciones por sí mismo. Los que son indul-
gentes consigo mismos y negligentes en el cuidado de las almas y de
los cuerpos de aquellos por quienes Cristo ha dado su vida, no están
comiendo del pan de vida ni bebiendo del agua del manantial de la
salvación. Están secos y sin savia, como árboles que no llevan fruto.
Son enanos espirituales, que consumen para sí mismos sus recursos;
pero, “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.—
The
Review and Herald, 15 de enero de 1895
.
A causa de que los ricos descuidan hacer la obra en favor de
los pobres que Dios les asignó para que hicieran, desarrollan más
orgullo, más suficiencia propia, más indulgencia para sí mismos y
se les endurece el corazón. Ellos [los ricos] apartan a los pobres de
sí por el hecho de ser pobres y de ese modo les dan motivo para
sentirse envidiosos y celosos. Muchos llegan a la amargura y están
saturados de odio hacia aquellos que lo tienen todo mientras ellos
no tienen nada.
Dios pesa las acciones, y todo aquel que sea infiel en su mayor-
domía, y que no haya remediado los males que estuvo en su poder
remediar, no será tenido en cuenta en las cortes del cielo. Aquellos
que sean indiferentes a la necesidad de los pobres serán considera-
dos como administradores infieles y clasificados como enemigos de
Dios y del hombre. Aquellos que malversan los medios que Dios
les ha encomendado para ayudar precisamente a los que necesitan
su ayuda, demuestran que no tienen conexión con Cristo, porque
fallan en manifestar la ternura de Cristo hacia los que son menos
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afortunados.—
Ibid. 10 de diciembre de 1895
.
Si el rico camina en las pisadas de Cristo
—El rico es un admi-
nistrador de Dios, y si camina en las pisadas de Cristo, manteniendo
una vida piadosa y humilde, llegará a través de la transformación
de su carácter a tener un corazón dócil y sumiso. Se da cuenta que
sus posesiones son solamente tesoros prestados y los sentirá como
sagrados depósitos que le han sido encomendados para ayudar a los
necesitados y dolientes, en lugar de Cristo. Esta obra traerá su re-