Página 217 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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Nuestra responsabilidad individual
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impartía a los discípulos; ellos impartían a la multitud; y las personas
unas a otras. Así, todos los que están unidos a Cristo, recibirán de él
el pan de vida, el alimento celestial, y lo impartirán a otros. ...
Los discípulos eran el medio de comunicación entre Cristo y la
gente. Esto debe ser de gran estímulo para sus discípulos de hoy.
Cristo es el gran centro, la fuente de toda fuerza. Sus discípulos
han de recibir de él sus provisiones. Los más inteligentes, los mejor
dispuestos espiritualmente, pueden otorgar a otros solamente lo que
reciben. De sí mismos, no pueden suplir en nada las necesidades
del alma. Podemos impartir únicamente lo que recibimos de Cristo;
y podemos recibir únicamente a medida que impartimos a otros.
A medida que continuamos impartiendo, continuamos recibiendo;
y cuanto más impartamos, tanto más recibiremos. Así podemos
constantemente creer, confiar, recibir e impartir.
La obra de fomentar el reino de Cristo irá adelante, aunque
por todas las apariencias progrese lentamente y las imposibilidades
parezcan testificar contra su progreso. La obra es de Dios, y él
proporcionará los recursos y mandará quienes ayuden, discípulos
fieles y fervientes, cuyas manos estén también llenas de alimento
para la muchedumbre hambrienta. Dios no se olvida de los que
trabajan con amor para dar la Palabra de vida a las almas que perecen,
quienes a su vez extienden las manos para recibir alimento para otras
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almas hambrientas.—
El Deseado de Todas las Gentes, 337, 338
.
La carga no debe ser transferida a las organizaciones
—En
nuestro trabajo para Dios, corremos el peligro de confiar demasiado
en lo que el hombre, con sus talentos y capacidad, puede hacer. Así
perdemos de vista al único Artífice Maestro. Con demasiada frecuen-
cia, el que trabaja para Cristo deja de comprender su responsabilidad
personal. Corre el peligro de pasar su carga a organizaciones, en vez
de confiar en Aquel que es la fuente de toda fuerza. Es un grave
error confiar en la sabiduría humana o en los Números para hacer
la obra de Dios. El trabajar con éxito para Cristo depende no tanto
de los Números o del talento como de la pureza del propósito, de la
verdadera sencillez de una fe ferviente y confiada. Deben llevarse
responsabilidades personales, asumirse deberes personales, realizar-
se esfuerzos personales en favor de los que no conocen a Cristo.
En vez de pasar nuestra responsabilidad a alguna otra persona que