Página 250 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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El Ministerio de la Bondad
sus corazones a la benéfica influencia de la verdadera benevolencia.
Cada rayo de luz proyectado sobre otros se reflejará sobre nuestros
propios corazones. Cada palabra amable y de compasión dicha a los
tristes, cada acto que alivie al oprimido y cada dádiva que alivie las
necesidades de nuestros prójimos, dada o donada teniendo en vista
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la gloria de Dios, redundará en bendiciones para el dador. Los que
hacen esa obra están obedeciendo una ley del cielo y recibirán la
aprobación de Dios. ...
Jesús conoce la influencia de la benevolencia sobre el corazón
y la vida del benefactor y él trató de impresionar en la mente de
sus discípulos los beneficios que provienen del ejercicio de esta
virtud. El dijo: “Más bienaventurada cosa es dar que recibir”. Ilustró
el espíritu de una benevolencia gozosa, la que debería ejercitarse
con los amigos, vecinos y extraños, con la parábola del hombre que
viajaba desde Jerusalén a Jericó.—
Ibid. 4:56, 57
.
Al salvar a sus vecinos, se salvó a sí mismo
—Una iglesia que
trabaja es una iglesia que crece. Los miembros hallan estímulo
y tónico en ayudar a los demás. He leído que en cierta ocasión
un hombre, mientras viajaba en un día de invierno por lugares en
donde la nieve se había amontonado en grandes cantidades, quedó
entumecido por el frío, que le estaba quitando imperceptiblemente
toda fuerza vital. Estaba casi congelado, y a punto de renunciar a la
lucha por la existencia, cuando oyó los gemidos de un compañero de
viaje, que también perecía de frío. Su simpatía se despertó y resolvió
salvarlo. Restregó los helados miembros del desdichado, y después
de muchos esfuerzos logró ponerlo de pie. Como el recién hallado
no podía estarse de pie, lo llevó en brazos, con simpatía, a través
de amontonamientos de nieve que él nunca hubiese pensado poder
pasar solo.
Cuando hubo llevado a su compañero de viaje a un lugar de
refugio, comprendió repentinamente que al salvar a su prójimo, se
había salvado a sí mismo. Sus ardorosos esfuerzos para ayudar a
otro, habían vivificado la sangre que se estaba helando en sus propias
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venas, y habían hecho llegar un sano calor a sus extremidades.
La lección de que al ayudar a otros nosotros mismos recibimos
ayuda, debe ser presentada de continuo con instancia a los creyentes
nuevos, por precepto y ejemplo a fin de que en su experiencia cris-
tiana obtengan los mejores resultados. Salgan a trabajar para otros