Galardones presentes y eternos
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En el registro imperecedero del cielo
—Cada acto de amor,
cada palabra de bondad, cada oración en favor de los que sufren
y de los oprimidos, llega al trono eterno, y se anota en el libro
imperecedero del cielo.—
Joyas de los Testimonios 2:28
.
Convendría ... recordar lo anotado en el cielo en el libro donde
no hay omisiones ni errores, y por el cual seremos juzgados. Allí se
registra toda oportunidad de servir a Dios que no se aprovechó; y
allí también se recuerda para siempre todo acto de fe y amor.—
La
Historia de Profetas y Reyes, 472
.
La recompensa a la obra de bien
—Los que recibirán la más
abundante recompensa serán aquellos que han mezclado con sus
actividades y celo, la gracia, la generosa compasión por el pobre, el
huérfano, el oprimido y el afligido. ... Hay cerca de nosotros quienes
tienen un espíritu manso y humilde, el Espíritu de Cristo; que hacen
muchas cosas pequeñas para ayudar a los que están a su alrededor sin
pensar en ellas; ellos quedarán atónitos al fin al encontrar que Cristo
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ha tomado nota de la palabra bondadosa hablada al descorazonado
lo mismo que de la más pequeña dádiva para aliviar al pobre, que
le costó al dador un poco de desprendimiento.—
The Review and
Herald, 3 de julio de 1894
.
Dios lleva la cuenta de las obras de bondad
—Todo acto de
justicia, misericordia y benevolencia, produce melodía en el cielo.
El Padre desde su trono contempla a los que realizan estos actos
de misericordia, y los cuenta entre sus más preciados tesoros. “Y
serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en
el día que yo tengo de hacer”. Todo acto de misericordia hacia los
necesitados, los que sufren, es considerado como hecho a Jesús.—
Servicio Cristiano Eficaz, 234
.
Recompensados por las cosas pequeñas que generalmente
se pasan por alto
—En el día del juicio los que hayan sido fieles
en su vida diaria, que hayan sido rápidos para discernir su obra y
para hacerla, sin pensar en la alabanza o el provecho, escucharán
las palabras: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino prepa-
rado para vosotros desde la fundación del mundo”. Cristo no los
alaba por sus elocuentes oraciones, por el poder intelectual que ha-
yan desplegado o la liberalidad de las donaciones que hayan dado.
Son recompensados por las cosas pequeñas que son generalmente
pasadas por alto.—
The Youth’s Instructor, 17 de enero de 1901
.