Página 43 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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La parábola del buen Samaritano
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llos que pertenecen a nuestra iglesia o que piensan como nosotros.
Nuestros prójimos son toda la familia humana. Debemos ser buenos
con todos los hombres y especialmente con aquellos que son de la
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familia de la fe. Debemos dar al mundo una demostración de lo que
significa cumplir la ley de Dios. Debemos amar a Dios por sobre
todo y a nuestros prójimos como a nosotros mismos.—
The Review
and Herald, 1 de enero de 1895
.
La verdadera religión desfigurada
—El sacerdote y el levita
habían ido a adorar al templo cuyo servicio fué indicado por Dios
mismo. El participar en ese servicio era un noble y exaltado pri-
vilegio, y el sacerdote y el levita creyeron que, habiendo sido así
honrados, no les correspondía ministrar a un hombre anónimo que
sufría a la orilla del camino. Así descuidaron la especial oportunidad
que Dios les había ofrecido como agentes suyos, de bendecir a sus
semejantes.
Muchos están hoy cometiendo un error similar. Dividen sus
deberes en dos clases distintas. La primera clase abarca las grandes
cosas, que han de ser reguladas por la ley de Dios; la otra clase se
compone de las cosas llamadas pequeñas, en las cuales se ignora el
mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta esfera
de actividad se deja librada al capricho, y se sujeta a la inclinación o
al impulso. Así el carácter se malogra y la religión de Cristo es mal
interpretada.
Existen personas que piensan que es degradante para su dignidad
ministrar a la humanidad que sufre. Muchos miran con indiferencia
y desprecio a aquellos que han permitido que el templo del alma
yaciera en ruinas. Otros descuidan a los pobres por diversos moti-
vos. Están trabajando, como creen, en la causa de Cristo, tratando
de llevar a cabo alguna empresa digna. Creen que están haciendo
una gran obra, y no pueden detenerse a mirar los menesteres del
necesitado y afligido. Al promover el avance de su supuesta gran
obra, pueden hasta oprimir a los pobres. Pueden colocarlos en duras
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y difíciles circunstancias, privarlos de sus derechos o descuidar sus
necesidades. Sin embargo, creen que todo eso es justificable porque
están, según piensan, promoviendo la causa de Cristo.—
Lecciones
Prácticas del Gran Maestro, 350
.
Requerimientos de la ley de Dios de mucho alcance
—El dejar
sin alivio el sufrimiento de nuestro prójimo es una infracción a la