Página 49 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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Nuestro ejemplo en la obra de asistencia social
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“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os
haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Entonces, ¿cuál es el ejemplo que nosotros debemos presentar
al mundo? Hemos de hacer la misma obra que el gran Médico
Misionero emprendió en nuestro beneficio. Hemos de seguir el
sendero del sacrificio desinteresado que Cristo transitó.—
Special
Testimonies, Series B 8:31, 32
.
Cristo movido por la compasión
—Cuando Cristo vió las mul-
titudes que se habían reunido alrededor de él, “tuvo compasión de
ellas; porque estaban derramadas y esparcidas como ovejas que no
tienen pastor”. Cristo vió la enfermedad, la tristeza, la necesidad y
degradación de las multitudes que se agolpaban a su paso. Le fueron
presentadas las necesidades y desgracias de la humanidad de todo el
mundo. En los encumbrados y los humildes, los más honrados y los
más degradados, veía almas que anhelaban las mismas bendiciones
que él había venido a traer. ...
Hoy existe la misma necesidad. Hacen falta en el mundo obreros
que trabajen como Cristo trabajó para los dolientes y pecaminosos.
Hay, a la verdad, una multitud que alcanzar. El mundo está lleno de
enfermedad, sufrimiento, angustia y pecado. Está lleno de personas
que necesitan que se las atienda: los débiles, impotentes, ignorantes,
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degradados.—
Joyas de los Testimonios 2:492
.
El Modelo que debemos copiar
—El verdadero espíritu misio-
nero es el espíritu de Cristo. El Redentor del mundo fué el gran
modelo misionero. Muchos de los que le siguen han trabajado fer-
vorosa y abnegadamente en la causa de la salvación de los seres
humanos; pero no ha habido hombre cuya labor pueda compararse
con la abnegación, el sacrificio y la benevolencia de nuestro Decha-
do.
El amor que Cristo manifestó por nosotros es sin parangón. ¡Con
cuánto fervor trabajó él! Con cuánta frecuencia estaba solo orando
fervientemente, sobre la ladera de la montaña o en el retraimiento
del huerto, exhalando sus súplicas con lloro y lágrimas. ¡Con cuánta
perseverancia insistió en sus peticiones en favor de los pecadores!
Aun en la cruz se olvidó de sus propios sufrimientos en su profundo
amor por aquellos a quienes vino a salvar. ¡Cuán frío es nuestro