Página 71 - El Ministerio de la Bondad (1977)

Basic HTML Version

Bondad: la llave que abre los corazones
67
espíritu tratando de amar a otros. Lo que se necesita es que esté
el espíritu de Cristo en el corazón. Cuando el yo está sumergido
en Cristo, el amor brota espontáneamente. La plenitud del carácter
cristiano se alcanza cuando el impulso a ayudar y beneficiar a otros
brota constantemente de adentro, cuando la luz del cielo llena el
corazón y se revela en el semblante.
Es imposible que el corazón en el cual Cristo mora esté des-
provisto de amor. Si amamos a Dios porque él nos amó primero,
amaremos a todos aquellos por quienes Cristo murió. No podemos
llegar a estar en contacto con la divinidad sin estar en contacto con la
humanidad; porque en Aquel que está sentado sobre el trono del uni-
verso, se combinan la divinidad y la humanidad. Relacionados con
Cristo, estamos relacionados con nuestros semejantes por los áureos
eslabones de la cadena del amor. Entonces la piedad y la compasión
de Cristo se manifestarán en nuestra vida. No esperaremos que se
nos traigan los menesterosos e infortunados. No necesitaremos que
se nos suplique para sentir las desgracias ajenas. Será para nosotros
tan natural ministrar a los menesterosos y dolientes como lo fué para
Cristo andar haciendo bienes.
Siempre que haya un impulso de amor y simpatía, siempre que
el corazón anhele beneficiar y elevar a otros, se revela la obra del
Espíritu Santo de Dios.—
Lecciones Prácticas del Gran Maestro,
353
.
[88]
El amor y simpatía de Cristo atraían a la gente
—Era el
desechado, el publicano y el pecador, el despreciado de las naciones,
a quien Cristo llamaba, y a quien su ternura amorosa apremiaba
para que acudiese a él. La única clase de gente a quien él nunca
quiso favorecer era la de los que se engreían por amor propio, y
menospreciaban a los demás.—
El Ministerio de Curación, 121
.
Amar como Cristo amó
—El amor que se inspira en el amor
que tenemos por Jesús verá en cada alma, rica o pobre, un valor que
no puede ser medido por la estimación humana. El mundo se hunde
en la insignificancia en comparación con el valor de un alma. El
amor de Dios revelado por el hombre está más allá de todo cómputo
humano. Es infinito. Y el agente humano, que es participante de la
naturaleza divina, amará como Cristo ama, trabajará como Cristo
trabajó. Habrá una compasión íntima y simpatía que no fallará ni se
desanimará. Este es el espíritu que se debe fomentar en cada corazón