Página 87 - El Ministerio de la Bondad (1977)

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La eficacia de las visitas misioneras
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Cómo encontrar tiempo para visitas en el vecindario
—Si los
jóvenes y señoritas se consagraran solemnemente a Dios, si practi-
caran la abnegación en la vida del hogar, aliviando a sus cansadas
madres, gastadas por los cuidados, qué cambio se realizaría en nues-
tras iglesias. Las madres podrían encontrar tiempo para hacer visitas
en el vecindario. Cuando se presentara la oportunidad, los hijos
podrían ayudar haciendo, aún siendo bien jóvenes, pequeños man-
dados de misericordia y amor para bendecir a otros. Así se podría
entrar en miles de hogares de pobres y necesitados. Podrían colo-
carse en muchos hogares libros acerca de salud y temperancia. La
circulación de estos libros es una obra importante, pues contienen un
conocimiento precioso acerca del tratamiento de las enfermedades:
conocimiento que sería una gran bendición para aquellos que no
disponen de medios para pagar las visitas del médico.—
Manuscrito
119, 1901
.
“No esperéis a que se os diga vuestro deber”
—No esperéis a
que se os diga vuestro deber. Abrid los ojos y ved quiénes os rodean.
Trabad relaciones con los desvalidos, afligidos y necesitados, no os
ocultéis de ellos y no procuréis no ver sus necesidades. ¿Quién da
las pruebas mencionadas por Santiago de poseer la religión pura
y sin mancha con el egoísmo o corrupción?—
Testimonies for the
[108]
Church 2:29
.
Romped el hechizo: Id a trabajar, ya sea que os sintáis dis-
puestos a hacerlo o no
—Hermanos y hermanas, ¿deseáis quebran-
tar el ensalmo que os domina? ¿Queréis despertar de esta pereza que
se asemeja al torpor de la muerte? Id a trabajar, sintáis el deseo o no.
Esforzaos personalmente por traer almas a Jesús y al conocimiento
de la verdad. Esta labor será para vosotros un estímulo y un tónico;
os despertará y fortalecerá. Por el ejercicio vuestras facultades espi-
rituales se vigorizarán, de manera que tendréis más éxito para labrar
vuestra propia salvación. El estupor de muerte pesa sobre muchos
de los que profesan a Cristo. Haced cuanto podáis para despertarlos.
Amonestadlos, suplicadles, argüid con ellos. Rogad que el Espíritu
enternecedor de Dios derrita y ablande sus naturalezas glaciales.
Aunque se nieguen a escuchar, vuestro trabajo no estará perdido.
Mediante el esfuerzo hecho para bendecir a otros, vuestras propias
almas serán bendecidas.—
Joyas de los Testimonios 2:128, 129
.