Enseñar y curar
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Una vida más amplia
Nada despierta el celo abnegado ni ensancha y fortalece el ca-
rácter tanto como el trabajar en beneficio del prójimo. Muchos de
los que profesan ser cristianos piensan sólo en sí mismos al buscar
relaciones en la iglesia. Quieren gozar de la comunión de la iglesia
y de los cuidados del pastor. Se hacen miembros de iglesias gran-
des y prósperas y se contentan con hacer muy poco por los demás.
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Así se privan de las bendiciones más preciosas. Muchos obtendrían
gran provecho si sacrificaran las agradables relaciones sociales que
los incitan al ocio y a buscar la comodidad. Necesitan ir adonde
la obra cristiana requiera sus energías y puedan aprender a llevar
responsabilidades.
Los árboles que crecen muy juntos no se desarrollan sanos y
robustos. El jardinero los transplanta para darles espacio en que
medrar. Algo semejante sería de provecho para muchos miembros
de las iglesias grandes. Necesitan estar donde se les solicite que de-
diquen sus energías a un activo esfuerzo por la causa de Cristo. Están
en vías de perder su vida espiritual y de volverse inútiles pigmeos
por no hacer obra abnegada en pro de los demás. Transplantados a
algún campo misionero, crecerían fuertes y vigorosos.
Pero nadie ha de esperar a que le llamen a algún campo distante
para comenzar a ayudar a otros. En todas partes hay oportunidades
de servir. Alrededor nuestro hay quienes necesitan nuestra ayuda.
La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, el de corazón que-
brantado, el desalentado, el ignorante, y el desechado de la sociedad,
todos están a nuestro alcance.
Hemos de considerar nuestro deber especial el de trabajar por
nuestros convecinos. Examinad cómo podéis ayudar mejor a los que
no se interesan por las cosas religiosas. Al visitar a vuestros amigos
y vecinos, manifestad interés por su bienestar espiritual y temporal.
Habladles de Cristo, el Salvador que perdona los pecados. Invitad a
vuestros vecinos a vuestra casa y leedles trozos de la preciosa Biblia
y de libros que expliquen sus verdades. Convidadlos a que se unan
con vosotros en canto y oración. En estas pequeñas reuniones, Cristo
mismo estará presente, tal como lo prometió, y su gracia tocará los
corazones.
Los miembros de la iglesia deberían educarse para esta obra que
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