Página 104 - El Ministerio de Curacion (1959)

Basic HTML Version

100
El Ministerio de Curacion
dejar que por su medio brillase la luz de la vida de Cristo, ¡cuán
noble obra se realizaría!
Esta obra requiere abnegación. Mientras que muchos aguardan
que se quite todo obstáculo, su trabajo queda por hacer, y siguen
muriendo las muchedumbres sin esperanza y sin Dios. Hay algunos
que, por el aliciente de las ventajas comerciales, o para adquirir
conocimientos científicos, se arriesgan a penetrar en regiones aún
no colonizadas, y con valor soportan sacrificios y penalidades; pero
¡cuán pocos son los que por amor a sus semejantes consienten en
llevar a sus familias a regiones necesitadas del Evangelio!
El verdadero ministerio consiste en llegar a todas las gentes,
cualquiera que sea su situación o condición, y ayudarlas de toda
forma posible. Mediante tal esfuerzo podéis conquistar los corazones
y obtener acceso a las almas que perecen.
En todo vuestro trabajo, recordad que estáis unidos con Cristo y
que sois parte del gran plan de la redención. El amor de Cristo debe
fluir por vuestra conducta como un río de salud y vida. Mientras
procuráis atraer a otros al círculo del amor de Cristo, la pureza de
vuestro lenguaje, el desprendimiento de vuestro servicio, y vuestro
comportamiento gozoso han de atestiguar el poder de su gracia. Dad
al mundo una representación de Cristo tan pura y justa, que los
hombres puedan contemplarle en su hermosura.
[114]
Poca utilidad tiene el intento de reformar a los demás atacando
de frente lo que consideremos malos hábitos suyos. Tal proceder
resulta a menudo más perjudicial que benéfico. En su conversación
con la samaritana, en vez de desacreditar el pozo de Jacob, Cristo
presentó algo mejor. “Si conocieses el don de Dios—dijo,—y quién
es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua
viva.”
Juan 4:10
. Dirigió la plática al tesoro que tenía para regalar y
ofreció a la mujer algo mejor de lo que ella poseía: el agua de vida,
el gozo y la esperanza del Evangelio.
Esto ilustra la manera en que nos toca trabajar. Debemos ofrecer
a los hombres algo mejor de lo que tienen, es decir la paz de Cristo,
que sobrepuja todo entendimiento. Debemos hablarles de la santa
ley de Dios, trasunto fiel de su carácter y expresión de lo que él
desea que lleguen a ser. Mostradles cuán infinitamente superior a
los goces y placeres pasajeros del mundo es la imperecedera gloria
del cielo. Habladles de la libertad y descanso que se encuentran en