Página 105 - El Ministerio de Curacion (1959)

Basic HTML Version

Enseñar y curar
101
el Salvador. Afirmó: “El que bebiere del agua que yo le daré, para
siempre no tendrá sed.”
Vers. 14
.
Levantad en alto a Jesús y clamad: “He aquí el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.”
Juan 1:29
. El solo puede satisfacer
el ardiente deseo del corazón y dar paz al alma.
De todos los habitantes del mundo, los reformadores deben ser
los más abnegados, bondadosos y corteses. En su vida debe mani-
festarse la verdadera bondad de las acciones desinteresadas. El que
al trabajar carece de cortesía, que se impacienta por la ignorancia y
aspereza de otros, que habla descomedidamente u obra atolondrada-
mente, puede cerrar la puerta de los corazones de modo que nunca
podrá llegar a ellos.
Como el rocío y las lluvias suaves caen sobre las plantas agosta-
das, caigan también con suavidad vuestras palabras cuando procuréis
sacar a los hombres del error. El plan de Dios consiste en llegar pri-
[115]
mero al corazón. Debemos decir la verdad con amor, confiados en
que él le dará poder para reformar la conducta. El Espíritu Santo
aplicará al alma la palabra dicha con amor.
Por naturaleza somos egoístas y tercos. Pero si aprendemos las
lecciones que Cristo desea darnos, nos haremos partícipes de su
naturaleza, y de entonces en adelante viviremos su vida. El ejemplo
admirable de Cristo, la incomparable ternura con que compartía los
sentimientos de los demás, llorando con los que lloraban, regociján-
dose con los que se regocijaban, deben ejercer honda influencia en
el carácter de los que le siguen con sinceridad. Con palabras y actos
bondadosos tratarán de allanar el camino para los pies cansados.
“El Señor Jehová me dió lengua de sabios, para saber hablar en
sazón palabra al cansado.”
Isaías 50:4
.
En derredor nuestro hay almas afligidas. En cualquier parte
podemos encontrarlas. Busquémoslas y digámosles una palabra
oportuna que las consuele. Seamos siempre canales por donde fluyan
las refrigerantes aguas de la compasión.
En todas nuestras relaciones hemos de tener presente que en
la experiencia ajena hay capítulos sellados en que no penetran las
miradas de los mortales. En las páginas del recuerdo hay historias
tristes que son inviolables para los ojos ajenos. Hay consignadas
allí largas y rudas batallas libradas en circunstancias críticas, tal
vez dificultades de familia que día tras día debilitan el ánimo, la