Página 106 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
confianza y la fe. Los que pelean la batalla de la vida contra fuerzas
superiores pueden recibir fortaleza y aliento merced a menudas
atenciones que sólo cuestan un esfuerzo de amor. Para ellos, el
fuerte apretón de mano de un amigo verdadero vale más que oro
y plata. Las palabras de bondad son tan bien recibidas como las
sonrisas de ángeles.
Hay muchedumbres que luchan con la pobreza, obligadas a
trabajar arduamente por modestos salarios, que alcanzan apenas a
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satisfacer las primeras necesidades de la vida. Los afanes y privacio-
nes, sin esperanza de mejora, hacen muy pesadas sus cargas. Cuando
a esto se añaden los dolores y la enfermedad, la carga resulta casi
insoportable. Oprimidos y agobiados, no saben dónde buscar alivio.
Simpatícese con ellos en sus pruebas, sus congojas y sus desengaños.
Esto abrirá camino para ayudarles. Hábleseles de las promesas de
Dios, órese con ellos y por ellos, infúndaseles esperanza.
Las palabras de afabilidad y aliento dichas cuando el alma está
enferma y débil el pulso de su ser moral, las considera el Salvador
como si se las dijeran a él mismo. Cuando los corazones son así
alentados, los ángeles del cielo se deleitan en contemplarlo.
De siglo en siglo el Señor ha procurado despertar en las almas
de los hombres el sentido de su fraternidad divina. Cooperad con él.
Mientras que la desconfianza y la desunión llenan el mundo, tócales
a los discípulos de Cristo revelar el espíritu que reina en los cielos.
Hablad como él hablaría, obrad como él obraría. Revelad con-
tinuamente la dulzura de su carácter. Revelad aquellos tesoros de
amor que son la base de todas sus enseñanzas y de todo su trato con
los hombres. En colaboración con Cristo, los obreros más humildes
pueden pulsar cuerdas cuyas vibraciones se percibirán hasta en los
confines de la tierra y harán oír sus melodías por los siglos de la
eternidad.
Los seres celestiales aguardan para cooperar con los agentes
humanos, a fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los
humanos, y lo que, mediante la unión con lo divino, puede llevarse
a cabo para la salvación de las almas que están a punto de perecer.
No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da
lugar a la obra del Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida
dedicada por completo a Dios. Todo aquel que consagra su cuerpo,
su alma y su espíritu al servicio de Dios recibirá continuamente