Página 112 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
denotase que su sensibilidad había sido herida u ofendido su gusto
refinado. Cualesquiera que fueran los hábitos viciosos, los fuertes
prejuicios o las pasiones despóticas de los seres humanos, siempre
les hacía frente con ternura compasiva. Al participar de su Espíritu,
miraremos a todos los hombres como a hermanos, que sufren las
mismas tentaciones y pruebas que nosotros, que caen a menudo y se
esfuerzan por levantarse, que luchan con desalientos y dificultades, y
que anhelan simpatía y ayuda. Entonces los trataremos de tal manera
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que no los desalentemos ni los rechacemos, sino que despertemos
esperanza en sus corazones. Al ser así alentados, podrán decir con
confianza: “Tú, enemiga mía, no te huelgues de mí: porque aunque
caí, he de levantarme; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz.”
El juzgará mi causa y hará “mi juicio, ... me sacará a luz; veré su
justicia.”
Miqueas 7:8, 9
.
Dios “miró sobre todos los moradores de la tierra.
El formó el corazón de todos ellos.”
Salmos 33:14, 15
.
Al tratar nosotros con los tentados y extraviados, nos manda:
Considérate “a ti mismo, porque tú no seas también tentado.”
Gálatas
6:1
. Si sentimos nuestras propias flaquezas, nos compadeceremos
de las flaquezas ajenas.
“Porque, ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibi-
do?”
1 Corintios 4:7
. “Uno es vuestro Maestro; ... y todos vosotros
sois hermanos.”
Mateo 23:8
. “¿Por qué juzgas a tu hermano? o tú
también, ¿por qué menosprecias a tu hermano?” “Así que, no juz-
guemos más los unos de los otros: antes bien juzgad de no poner
tropiezo o escándalo al hermano.”
Romanos 14:10, 13
.
Es siempre humillante que se nos señalen nuestros errores. Na-
die debe amargar tan triste experiencia con censuras innecesarias.
Nadie fué jamás regenerado con oprobios, pero éstos han repelido
a muchos y los indujeron a endurecer sus corazones contra todo
convencimiento. La ternura, la mansedumbre y la persuasión pueden
salvar al extraviado y cubrir multitud de pecados.
El apóstol Pablo veía la necesidad de reprobar el mal, pero ¡con
cuánto cuidado procuraba manifestar que era amigo de los extravia-
dos! ¡Con cuánta ansiedad les explicaba el motivo de su proceder!