Página 118 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
bebidas embriagantes; puede que caigan y vuelvan a caer; pero no
cejéis por ello en vuestros esfuerzos.
Resolvieron hacer el esfuerzo de vivir para Cristo; pero debilitóse
su fuerza de voluntad, y, por tanto, deben guardarlos cuidadosamente
los que velan por las almas como quienes han de dar cuenta. Per-
dieron su dignidad humana, y la han de recuperar. Muchos han de
luchar con potentes tendencias hereditarias al mal. Al nacer here-
daron deseos contrarios a la naturaleza e impulsos sensuales, y hay
que prevenirlos cuidadosamente contra ellos. Por dentro y por fuera,
el bien y el mal porfían por la supremacía. Quienes no han pasado
jamás por semejantes experiencias no pueden conocer la fuerza casi
invencible de los apetitos ni lo recio del conflicto entre los hábitos
de satisfacerlos y la resolución de ser templados en todo. Hay que
volver a batallar repetidamente.
Muchos de los atraídos a Cristo carecerán de valor moral para
proseguir la lucha contra los apetitos y pasiones. Pero el obrero
no debe desalentarse por ello. ¿Recaen tan sólo los sacados de los
profundos abismos?
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Recordad que no trabajáis solos. Los ángeles comparten el ser-
vicio de los sinceros hijos de Dios. Y Cristo es el restaurador. El
gran Médico se pone al lado de sus fieles obreros, diciendo al alma
arrepentida: “Hijo, tus pecados te son perdonados.”
Marcos 2:5
.
El evangelio puede salvarlos
Muchos desechados se aferrarán a la esperanza que el Evan-
gelio les ofrece, y entrarán en el reino de los cielos, mientras que
otros que tuvieron hermosas oportunidades y mucha luz, pero no las
aprovecharon, serán dejados en las tinieblas de afuera.
Las víctimas de los malos hábitos deben reconocer la necesidad
del esfuerzo personal. Otros harán con empeño cuanto puedan para
levantarlos, y la gracia de Dios les es ofrecida sin costo; Cristo podrá
interceder, sus ángeles podrán intervenir; pero todo será en vano si
ellos mismos no resuelven combatir por su parte.
Las últimas palabras de David a Salomón, joven a la sazón y
a punto de ceñir la corona de Israel, fueron éstas: “Esfuérzate, y
sé varón.”
1 Reyes 2:2
. A todo hijo de la humanidad, candidato a