Página 122 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
Cuando la luz brille en el alma, algunos que parecían estar com-
pletamente entregados al pecado, se pondrán a trabajar con éxito
en favor de pecadores tales como eran ellos. Por medio de la fe en
Cristo, habrá quienes alcancen altos puestos de servicio, y se les
encomendarán responsabilidades en la obra de salvar almas. Saben
dónde reside su propia flaqueza, y se dan cuenta de la depravación de
su naturaleza. Conocen la fuerza del pecado y el poder de un hábito
vicioso. Comprenden que son incapaces de vencer sin la ayuda de
Cristo, y su clamor continuo es: “A ti confío mi alma desvalida.”
Estos pueden auxiliar a otros. Quien ha sido tentado y probado,
cuya esperanza casi se desvaneció, pero fué salvado por haber oído
el mensaje de amor, puede entender la ciencia de salvar almas. Aquel
cuyo corazón está lleno de amor por Cristo porque el Salvador le
buscó y le devolvió al redil, sabe buscar al perdido. Puede encaminar
a los pecadores hacia el Cordero de Dios. Se ha entregado incon-
dicionalmente a Dios, y ha sido aceptado en el Amado. La mano
que el débil había alargado en demanda de auxilio fué asida. Por
el ministerio de tales personas, muchos hijos pródigos volverán al
Padre.
Para toda alma que lucha por elevarse de una vida de pecado a
una vida de pureza, el gran elemento de fuerza reside en el único
“nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser
salvos.”
Hechos 4:12
. “Si alguno tiene sed,” de esperanza tranquila,
de ser libertado de inclinaciones pecaminosas, Cristo dice: “Venga a
mí, y beba.”
Juan 7:37
. El único remedio contra el vicio es la gracia
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y el poder de Cristo.
De nada sirven las buenas resoluciones que uno toma confiado
en su propia fuerza. No conseguirán todas las promesas del mundo
quebrantar el poder de un hábito vicioso. Nunca podrán los hombres
practicar la templanza en todo sino cuando la gracia divina renueve
sus corazones. No podemos guardarnos del pecado ni por un solo
momento. Siempre tenemos que depender de Dios.
La reforma verdadera empieza con la purificación del alma. La
obra en pro de los caídos sólo conseguirá verdadero éxito cuando la
gracia de Cristo reforme el carácter, y el alma se ponga en relación
viva con Dios.
Cristo llevó una vida de perfecta obediencia a la ley de Dios,
y así dió ejemplo a todo ser humano. La vida que él llevó en este