Asistencia a los desvalidos sin trabajo ni hogar
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Si los pobres que atestan hoy las ciudades encontrasen casas en
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el campo, podrían no sólo ganarse la vida, sino recobrar la salud
y gozar de la felicidad que ahora desconocen. Rudo trabajo, vida
sencilla, estricta economía, y a menudo penalidades y privaciones,
es lo que les tocaría, pero ¡qué bendición sería para ellos dejar la
ciudad, con sus solicitaciones al mal, sus alborotos y sus crímenes,
su miseria e impureza, para saborear la tranquilidad, paz y pureza
del campo!
Si a muchos de los que viven en las ciudades y que no tienen
ni un metro cuadrado de hierba que pisar, y que año tras año no
han mirado más que patios sucios y estrechos callejones, paredes
de ladrillo, y pavimentos, y un cielo nublado de polvo y humo, se
les llevara a algún distrito rural, en medio de campos verdes, de
bosques, collados y arroyos, bajo un cielo claro y con aire fresco y
puro, casi les parecería estar en el paraíso.
Apartados así del contacto de los hombres y de la dependencia
de ellos, y alejados de los ejemplos, las costumbres y el bullicio
corruptores del mundo, se acercarían más y más al corazón de la
naturaleza. La presencia de Dios sería para ellos cada vez más real.
Muchos aprenderían a depender de él. Por medio de la naturaleza
oirían la voz de Dios hablar de paz y amor a su corazón, y su mente,
alma y cuerpo corresponderían al poder reconstituyente y vivificador.
Para llegar a ser diligentes e independientes, muchos necesita-
rán asistencia, aliento e instrucción. Hay un sinnúmero de familias
pobres en cuyo beneficio no podría hacerse mejor obra misionera
que la de ayudarlas a establecerse en el campo y enseñarles cómo
obtener sustento del cultivo de la tierra.
La necesidad de tal ayuda e instrucción no queda circunscrita a
las ciudades. Aun en el campo, a pesar de las posibilidades que hay
allí para vivir mejor, hay pobres muy necesitados. Hay comunidades
faltas de educación industrial y de higiene. Hay familias que viven
en chozas, con pocos muebles y escasa ropa, sin herramientas ni
libros, ni comodidad alguna, ni medios de cultura. Se notan almas
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embrutecidas, cuerpos debilitados y deformes, resultado patente
de la herencia y de los malos hábitos. A esta gente se la ha de
educar desde el mismo fundamento. Vivió en la imprevisión, ocio y
corrupción, y necesita que se le enseñe hábitos correctos.