Página 132 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
¿Cómo puede hacérsele sentir la necesidad de mejorar? ¿Cómo
se la encaminará hacia un ideal de vida más elevado? ¿Cómo ayu-
darle a levantarse? ¿Qué cabe hacer donde prevalece la pobreza y
hay que luchar con ella a cada paso? No es ciertamente tarea fácil.
Una reforma tan necesaria no puede realizarse a menos que hombres
y mujeres tengan la ayuda de un poder externo. Es propósito de Dios
que ricos y pobres vivan unidos por lazos de simpatía y de ayuda
mutua. Los que disponen de recursos, de talentos y capacidades
deben emplearlos en provecho de sus semejantes.
Los agricultores cristianos pueden desempeñar una misión ver-
dadera ayudando a los pobres a encontrar casa en el campo y ense-
ñándoles a labrar la tierra y a hacerla productiva. Pueden enseñarles
también el uso de los aperos de labranza, los diferentes cultivos, la
formación y el cuidado de los huertos.
Entre los que labran el suelo son muchos los que, por descuido
no obtienen rendimiento adecuado. Sus huertos no están debida-
mente atendidos, las siembras no se hacen a tiempo, y el cultivo es
superficial. Los tales achacan su fracaso a la esterilidad del suelo. A
menudo se miente al condenar un suelo que, bien labrado, hubiera
dado abundante rendimiento. Los planes mezquinos, el poco esfuer-
zo hecho, el escaso estudio dedicado a los mejores métodos, piden a
gritos una reforma.
Enséñense los métodos apropiados a quienes quieran aprender.
Si algunos no quieren oíros hablarles de ideas progresistas, alec-
cionadlos silenciosamente con el ejemplo. Mantened bien cultivada
vuestra propia tierra. Decid a vuestros vecinos una que otra palabra
en momento oportuno, y dejad que vuestras cosechas hablen con
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elocuencia en favor de los métodos correctos. Demostrad lo que se
puede obtener de la tierra cuando se la trabaja debidamente.
Hay que prestar atención a la implantación de diversas industrias
que puedan dar empleo a familias pobres. Carpinteros, herreros y,
en una palabra, todo el que entienda de algún oficio, deben sen-
tirse moralmente obligados a enseñar y ayudar a los ignorantes y
desocupados.
En el servicio y asistencia de los pobres, hay ancho campo para la
actividad de mujeres y hombres. Se necesita la ayuda de la cocinera
entendida, de la mujer experimentada en el gobierno de la casa, de
la costurera, de la enfermera. Enséñese a las mujeres de familias