Página 134 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
depender de los demás. El refrán: “El mundo me debe el sustento,”
encierra la esencia de la falsedad, del fraude y del robo. El mundo
no debe el sustento a nadie que pueda trabajar y ganárselo por sí
mismo.
La verdadera caridad ayuda a los hombres a ayudarse a sí mis-
mos. Si llega alguien a nuestra puerta y nos pide de comer, no
debemos despedirlo hambriento; su pobreza puede ser resultado del
infortunio. Pero la verdadera beneficencia es algo más que mera
limosna. Entraña también verdadero interés por el bienestar de los
demás. Debemos tratar de comprender las necesidades de los pobres
y angustiados, y darles la asistencia que mejor los beneficiará. Pres-
tar atención, tiempo y esfuerzos personales cuesta mucho más que
dar dinero, pero es verdadera caridad.
Aquellos a quienes se enseñe a ganar lo que reciben aprenderán
también a sacar mayor provecho de ello. Y al aprender a depender de
sí mismos, adquirirán algo que les permitirá sostenerse y los capaci-
tará para ayudar a otros. Enséñese la importancia de las obligaciones
de la vida a los que malgastan sus oportunidades. Enséñeseles que la
religión de la Biblia no forma holgazanes. Cristo exhortaba siempre
a la diligencia. “¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?” decía a
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los indolentes. “Conviéneme obrar ... entre tanto que el día dura: la
noche viene, cuando nadie puede obrar.”
Mateo 20:6
;
Juan 9:4
.
Todos tienen ocasión de dar algo al mundo por medio de su vida
familiar, sus costumbres, sus prácticas y el orden por el que se rigen,
como evidencia de lo que puede hacer el Evangelio por los que le
obedecen. Cristo vino a nuestro mundo para darnos ejemplo de lo
que podemos llegar a ser. El espera de quienes le siguen que sean
modelos de corrección en todas las circunstancias de la vida. Desea
que el toque divino se vea en las cosas exteriores.
Nuestras casas y todo lo que nos rodea deben ser lecciones
objetivas de mejoramiento para que la laboriosidad, el aseo, el gusto
y el refinamiento substituyan la pereza, el desaseo, la tosquedad y
el desorden. Por nuestra vida y nuestro ejemplo podemos ayudar a
otros a distinguir lo que es repulsivo en su carácter o en el medio
en que viven, y con cortesía cristiana podemos alentarlos a mejorar.
Al manifestarles nuestro interés, encontraremos oportunidad para
enseñarles a dar el mejor empleo a sus energías.