Ministerio entre los ricos
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útiles en el mundo. No serían muchos los que se negarían a oír una
invitación tal.
Hay otro peligro al cual están particularmente expuestos los
ricos, y su existencia ofrece también un campo de acción para el
misionero médico. Muchos que gozan de prosperidad en el mundo, y
que nunca se dejaron arrastrar por los vicios ordinarios, se encaminan
a la ruina por el amor de las riquezas. La copa más difícil de llevar
no es la vacía, sino la que está llena hasta el borde. Esta es la que
exige el mayor cuidado para conservarla en equilibrio. La aflicción y
la adversidad traen consigo desengaño y tristeza; pero la prosperidad
es lo más peligroso para la vida espiritual.
Los que sufren reveses pueden simbolizarse por la zarza que
Moisés vió en el desierto, la cual ardía sin consumirse. El ángel
del Señor estaba en medio de ella. Así también en las privaciones
y aflicciones el resplandor de la presencia del Invisible está con
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nosotros para consolarnos y sostenernos. Muchas veces se piden
oraciones por los que padecen enfermedad o sufren infortunios; pero
los hombres a quienes se otorgó prosperidad e influencia necesitan
aun más nuestras oraciones.
En el valle de la humillación, donde los hombres sienten su
necesidad y dependen de Dios para que guíe sus pasos, hay seguridad
relativa. Pero los que se encuentran, por así decirlo, en la cumbre, y
a quienes, debido a su situación, se les atribuye sabiduría, son los
que corren el mayor peligro. A menos que confíen en Dios, caerán
seguramente.
La Biblia no condena a nadie por rico, si adquirió honradamente
su riqueza. La raíz de todo mal no es el dinero, sino el amor al dinero.
Dios da a los hombres la facultad de enriquecerse; y en manos del
que se porta como administrador de Dios, empleando generosament
sus recursos, la riqueza es una bendición, tanto para el que la posee
como para el mundo. Pero muchos, absortos en su interés por los
tesoros mundanos, se vuelven insensibles a las demandas de Dios y
a las necesidades de sus semejantes. Consideran sus riquezas como
medio de glorificarse. Añaden una casa a la otra, y una tierra a
otra tierra; llenan sus mansiones de lujos, mientras que alrededor
de ellos hay seres humanos sumidos en la miseria y el crimen, en
enfermedades y muerte. Los que así dedican su vida al egoísmo no
desarrollan los atributos de Dios, sino los del maligno.