Página 157 - El Ministerio de Curacion (1959)

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La oración por los enfermos
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se ora por la curación de algún enfermo, lo que llamamos fe no es
más que presunción.
Muchas personas se acarrean la enfermedad por sus excesos. No
han vivido conforme a la ley natural o a los principios de estricta
pureza. Otros han despreciado las leyes de la salud en su modo de
comer y beber, de vestir o de trabajar. Muchas veces uno u otro vicio
ha causado debilidad de la mente o del cuerpo. Si las tales personas
consiguieran la bendición de la salud, muchas de ellas reanudarían su
vida de descuido y transgresión de las leyes naturales y espirituales
de Dios, arguyendo que si Dios las sana en respuesta a la oración,
pueden con toda libertad seguir sus prácticas malsanas y entregarse
sin freno a sus apetitos. Si Dios hiciera un milagro devolviendo la
salud a estas personas, daría alas al pecado.
La confesión del pecado
Trabajo perdido es enseñar a la gente a considerar a Dios como
sanador de sus enfermedades, si no se le enseña también a desechar
las prácticas malsanas. Para recibir las bendiciones de Dios en res-
puesta a la oración, se debe dejar de hacer el mal y aprender a hacer
el bien. Las condiciones en que se vive deben ser saludables, y los
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hábitos de vida correctos. Se debe vivir en armonía con la ley natural
y espiritual de Dios.
A quienes solicitan que se ore para que les sea devuelta la salud,
hay que hacerles ver que la violación de la ley de Dios, natural o
espiritual, es pecado, y que para recibir la bendición de Dios deben
confesar y aborrecer sus pecados.
La Escritura nos dice: “Confesaos vuestras faltas unos a otros, y
rogad los unos por los otros, para que seáis sanos.”
Santiago 5:16
. Al
que solicita que se ore por él, dígasele más o menos lo siguiente: “No
podemos leer en el corazón, ni conocer los secretos de tu vida. Dios
solo y tú los conocéis. Si te arrepientes de tus pecados, deber tuyo es
confesarlos.” El pecado de carácter privado debe confesarse a Cristo,
único mediador entre Dios y el hombre. Pues “si alguno hubiere
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.”
1
Juan 2:1
. Todo pecado es ofensa hecha a Dios, y se lo ha de confesar
por medio de Cristo. Todo pecado cometido abiertamente debe
confesarse abiertamente. El mal hecho al prójimo debe subsanarse