Página 160 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
sus deberes para con sus amigos que les sobrevivan, ni descuidar el
uso de los agentes naturales para la restauración de la salud.
No excluye los cuidados y remedios
A menudo hay peligro de errar en esto. Creyendo que serán
sanados en respuesta a la oración, algunos temen hacer algo que
parezca indicar falta de fe. Pero no deben descuidar el arreglo de sus
asuntos como desearían hacerlo si pensaran morir. Tampoco deben
temer expresar a sus parientes y amigos las palabras de aliento o los
buenos consejos que quieran darles en el momento de partir.
Los que buscan la salud por medio de la oración no deben dejar
de hacer uso de los remedios puestos a su alcance. Hacer uso de
los agentes curativos que Dios ha suministrado para aliviar el dolor
y para ayudar a la naturaleza en su obra restauradora no es negar
nuestra fe. No lo es tampoco el cooperar con Dios y ponernos en la
condición más favorable para recuperar la salud. Dios nos ha facul-
tado para que conozcamos las leyes de la vida. Este conocimiento
ha sido puesto a nuestro alcance para que lo usemos. Debemos apro-
vechar toda facilidad para la restauración de la salud, sacando todas
las ventajas posibles y trabajando en armonía con las leyes naturales.
Cuando hemos orado por la curación del enfermo, podemos trabajar
con energía tanto mayor, dando gracias a Dios por el privilegio de
cooperar con él y pidiéndole que bendiga los medios de curación
que él mismo dispuso.
Tenemos la sanción de la Palabra de Dios para el uso de los
agentes curativos. Ezequías, rey de Israel, cayó enfermo, y un profeta
de Dios le trajo el mensaje de que iba a morir. El rey clamó al Señor,
y éste oyó a su siervo y le comunicó que se le añadirían quince años
de vida. Ahora bien; el rey Ezequías hubiera podido sanar al instante
con una sola palabra de Dios; pero se le dieron recetas especiales:
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“Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga, y sanará.”
Isaías
38:21
.
En una ocasión Cristo untó los ojos de un ciego con barro y le
dijo: “Ve, lávate en el estanque de Siloé. ... Y fué entonces, y lavóse,
y volvió viendo.”
Juan 9:7
. La curación hubiera podido realizarse
mediante el solo poder del gran Médico; sin embargo, Cristo hizo