Página 170 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
el desaliento ocasionados por su indiferencia contrarrestarán muchas
veces el buen efecto de las medicinas que haya recetado.
Si los médicos pudieran ponerse en el lugar de quien tiene el
espíritu deprimido y la voluntad debilitada por el padecimiento, y
de quien anhela oír palabras de simpatía y confianza, estarían mejor
preparados para comprender los sentimientos del enfermo. Cuando
el amor y la simpatía que Cristo manifestó por los enfermos se
combinen con la ciencia del médico, la sola presencia de éste será
una bendición.
La llaneza con que se trate a un paciente le inspira confianza y
le es de mucha ayuda para restablecerse. Hay médicos que creen
prudente ocultarle al paciente la naturaleza y la causa de su enferme-
dad. Muchos, temiendo agitar o desalentarle diciéndole la verdad, le
ofrecen falsas esperanzas de curación, y hasta le dejarán descender
al sepulcro sin avisarle del peligro. Todo esto es imprudente. Tal vez
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no sea siempre conveniente ni tampoco lo mejor, exponer al paciente
toda la gravedad del peligro que le amenaza. Esto podría alarmarle
y atrasar o impedir su restablecimiento. Tampoco se les puede decir
siempre toda la verdad a aquellos cuyas dolencias son en buena parte
imaginarias. Muchas de estas personas no tienen juicio y no se han
acostumbrado a dominarse. Tienen antojos y se imaginan muchas
cosas falsas respecto de sí mismas y de los demás. Para ellas, estas
cosas son reales, y quienes las cuiden necesitan manifestar continua
bondad, así como paciencia y tacto incansables. Si a estos pacientes
se les dijera la verdad respecto de sí mismos, algunos se darían por
ofendidos y otros se desalentarían. Cristo dijo a sus discípulos: “Aún
tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar.”
Juan 16:12
. Pero si bien la verdad no puede decirse en toda ocasión,
nunca es necesario ni lícito engañar. Nunca debe el médico o el
enfermero rebajarse al punto de mentir. El que así obre se coloca
donde Dios no puede cooperar con él; y al defraudar la confianza de
sus pacientes, se priva de una de las ayudas humanas más eficaces
para el restablecimiento del enfermo.
El poder de la voluntad no se aprecia debidamente. Mantened
despierta la voluntad y encaminadla con acierto, y comunicará ener-
gía a todo el ser y constituirá un auxilio admirable para la conserva-
ción de la salud. La voluntad es también poderosa en el tratamiento
de las enfermedades. Si se la emplea debidamente, podrá gobernar