Página 182 - El Ministerio de Curacion (1959)

Basic HTML Version

178
El Ministerio de Curacion
en sus aposentos. A sus miradas no se ofrecen más que casas, calles
y muchedumbres presurosas, y tal vez ni siquiera una vislumbre del
cielo azul, ni un rayo de sol, ni hierba ni flor ni árbol. Así encerrados,
cavilan en sus padecimientos y aflicciones, y llegan a ser presa de
sus tristes pensamientos.
Para los que son moralmente débiles, las ciudades encierran
muchos peligros. En ellas, los pacientes que han de reprimir sus
apetitos morbosos se ven continuamente expuestos a la tentación.
Necesitan trasladarse a un ambiente nuevo, donde el curso de sus
pensamientos cambiará; necesitan ser expuestos a influencias dife-
rentes en absoluto de las que hicieron naufragar su vida. Aléjeselos
por algún tiempo de esas influencias que los apartaban de Dios, y
póngaselos en una atmósfera más pura.
Las instituciones para el cuidado de los enfermos tendrían mucho
mayor éxito si pudieran establecerse fuera de las ciudades. En cuanto
sea posible, todos los que quieren recuperar la salud deben ir al
campo a gozar de la vida al aire libre. La naturaleza es el médico
de Dios. El aire puro, la alegre luz del sol, las flores y los árboles,
los huertos y los viñedos, el ejercicio al aire libre, en medio de estas
bellezas, favorecen la salud y la vida.
Los médicos y los enfermeros deben animar a sus pacientes
a pasar mucho tiempo al aire libre, que es el único remedio que
necesitan muchos enfermos. Tiene un poder admirable para curar
[203]
las enfermedades causadas por la agitación y los excesos de la vida
moderna, que debilita y aniquila las fuerzas del cuerpo, la mente y
el alma.
Para los enfermos cansados de la vida en la ciudad, del deslum-
bramiento de tantas luces y del ruido de las calles, ¡cuán grata será
la calma y la libertad del campo! ¡Con cuánto anhelo contemplarían
las escenas de la naturaleza! ¡Qué placer les daría sentarse al aire
libre, gozar del sol y respirar la fragancia de árboles y flores! Hay
propiedades vivificantes en el bálsamo del pino, en la fragancia del
cedro y del abeto, y otros árboles tienen también propiedades que
restauran la salud.