Página 188 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
de la somnolencia y pesadez que contrarrestan el efecto de muchos
sermones y hacen enojosa e ineficaz la tarea del maestro.
En cuanto sea posible, todo edificio destinado a servir de habita-
ción humana debe construirse en paraje elevado y de fácil desagüe.
Esto asegurará un solar seco, y evitará el peligro de las enfermedades
debidas a la humedad y a los miasmas. A este asunto se le suele dar
muy poca atención. Con frecuencia la humedad y el aire viciado
de los solares bajos y encharcados ocasionan quebrantos de salud,
enfermedades graves y defunciones.
En la construcción de casas es de gran importancia asegurar
completa ventilación y mucho sol. Haya circulación de aire y mucha
luz en cada pieza de la casa. Los dormitorios deben estar dispuestos
de tal modo que el aire circule por ellos día y noche. Ningún cuarto
es adecuado para servir como dormitorio a menos que pueda abrirse
de par en par cada día para dar acceso al aire y a la luz del sol. En
muchos países los dormitorios necesitan calefacción, de modo que
puedan quedar calientes y secos en tiempo frío y húmedo.
El cuarto de huéspedes debe recibir tanta atención como las
demás piezas dispuestas para el uso constante. Como los demás
dormitorios, debe tener aire y sol, y medios de calefacción para
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secar la humedad de que adolece todo cuarto que no está en uso
constante. El que duerme en un cuarto sin sol, o que ocupa una cama
que no esté bien seca y aireada, arriesga su salud y acaso su vida.
Al construir la casa, muchos cuidan de disponer sitio para plantas
y flores. El invernáculo o el lugar que se les dedica está abrigado y
asoleado, pues sin calor, aire y sol, las plantas no pueden vivir. Si
estas condiciones son necesarias para la vida de las plantas, ¡cuánto
más lo serán para nuestra salud y para la de nuestras familias y
huéspedes!
Si queremos que nuestras casas sean moradas de salud y de dicha,
tenemos que situarlas en lugar alto, fuera del alcance de los miasmas
y las neblinas de las tierras bajas, y permitir que entren libremente
en ellas los agentes vivificantes del cielo. No haya pesadas cortinas,
ni enredaderas que, por muy hermosas que sean, hagan sombra a
las ventanas; ábranse éstas y sus persianas, y no se deje que crezcan
árboles tan cerca de la casa que quiten la luz del sol. El sol podrá
ajar cortinas y alfombras y deslucir los marcos de los cuadros; pero