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El Ministerio de Curacion
llevada a cabo en consecuencia de un estado morboso proveniente
de hábitos dietéticos erróneos.
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Los de ocupación sedentaria, principalmente mental, que tengan
suficiente valor moral y dominio propio, podrán probar el satisfacerse
con dos o tres platos y no comer más de lo estrictamente necesario
para saciar el hambre. Hagan ejercicio activo cada día, y verán como
se benefician.
Los hombres robustos empeñados en trabajo físico activo no
tienen tanto motivo de fijarse en la cantidad y calidad del alimento
como las personas de hábitos sedentarios; pero aun ellos gozarán
mejor salud si ejercen dominio propio en el comer y en el beber.
Hay quienes quisieran que se les fijara una regla exacta para
su alimentación. Comen con exceso y les pesa después, y cavilan
sobre lo que comen y beben. Esto no debiera ser así. Nadie puede
sentar reglas estrictas para los demás. Cada cual debe dominarse a
sí mismo y, fundado en la razón, obrar por principios sanos.
Nuestro cuerpo es propiedad de Cristo, comprada por él mismo,
y no nos es lícito hacer de ese cuerpo lo que nos plazca. Cuantos
entienden las leyes de la salud, implantadas en ellos por Dios, deben
sentirse obligados a obedecerlas. La obediencia a las leyes de la
higiene es una obligación personal. A nosotros mismos nos toca
sufrir las consecuencias de la violación de esas leyes. Cada cual
tendrá que responder ante Dios por sus hábitos y prácticas. Por tanto,
la pregunta que nos incumbe no es: “¿Cuál es la costumbre del
mundo?” sino “¿Cómo debo conservar la habitación que Dios me
dió?”
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