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El Ministerio de Curacion
Salmos 106:15
. Preferían lo terrenal a lo espiritual, y no alcanza-
ron la sagrada preeminencia a la cual Dios se había propuesto que
llegasen.
Los que comen carne no hacen más que comer cereales y ver-
duras de segunda mano, pues el animal recibe de tales productos el
alimento que lo nutre. La vida que estaba en los cereales y en las
verduras pasa al organismo del ser que los come. Nosotros a nuestra
vez la recibimos al comer la carne del animal. ¡Cuánto mejor sería
aprovecharla directamente, comiendo el alimento que Dios dispuso
para nuestro uso!
La carne no fué nunca el mejor alimento; pero su uso es hoy
día doblemente inconveniente, ya que el número de los casos de
enfermedad aumenta cada vez más entre los animales. Los que
comen carne y sus derivados no saben lo que ingieren. Muchas
veces si hubieran visto los animales vivos y conocieran la calidad
de su carne, la rechazarían con repugnancia. Continuamente sucede
que la gente coma carne llena de gérmenes de tuberculosis y cáncer.
Así se propagan estas enfermedades y otras también graves.
En los tejidos del cerdo hormiguean los parásitos. Del cerdo
dijo Dios: “Os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni
tocaréis sus cuerpos muertos.”
Deuteronomio 14:8
. Este mandato fué
dado porque la carne del cerdo es impropia para servir de alimento.
Los cerdos se alimentan de desperdicios, y sólo sirven para este fin.
Nunca, en circunstancia alguna, debería ser consumida su carne por
los seres humanos. Imposible es que la carne de cualquier criatura
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sea sana cuando la inmundicia es su elemento natural y se alimenta
de desechos.
A menudo se llevan al mercado y se venden para servir de ali-
mento animales que están ya tan enfermos que sus dueños temen
guardarlos más tiempo. Algunos de los procedimientos seguidos
para cebarlos ocasionan enfermedades. Encerrados sin luz y sin
aire puro, respiran el ambiente de establos sucios, se engordan tal
vez con cosas averiadas y su cuerpo entero resulta contaminado de
inmundicias.
Muchas veces los animales son transportados a largas distan-
cias y sometidos a grandes penalidades antes de llegar al mercado.
Arrebatados de sus campos verdes, y salvando con trabajo muchos
kilómetros de camino, sofocados por el calor y el polvo o amonto-