Página 221 - El Ministerio de Curacion (1959)

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Los extremos en la alimentación
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sible para prestar el mayor servicio a Dios y a los hombres. Saben
someter su apetito a la razón y a la conciencia, y son recompensados
con la salud del cuerpo y de la mente. Aunque no imponen sus
opiniones a los demás ni los ofenden, su ejemplo es un testimonio en
favor de los principios correctos. Estas personas ejercen una extensa
influencia para el bien.
En la reforma alimenticia hay verdadero sentido común. El
asunto debe ser estudiado con amplitud y profundidad, y nadie debe
criticar a los demás porque sus prácticas no armonicen del todo
con las propias. Es imposible prescribir una regla invariable para
regular los hábitos de cada cual, y nadie debe erigirse en juez de
los demás. No todos pueden comer lo mismo. Ciertos alimentos
que son apetitosos y saludables para una persona, bien pueden ser
desabridos, y aun nocivos, para otra. Algunos no pueden tomar leche,
mientras que a otros les asienta bien. Algunos no pueden digerir
guisantes ni judías; otros los encuentran saludables. Para algunos
las preparaciones de cereales poco refinados son un buen alimento,
mientras que otros no las pueden comer.
Los que viven en regiones pobres o poco desarrolladas, donde
escasean las frutas y las oleaginosas, no deben sentirse obligados
a eliminar de su régimen dietético la leche y los huevos. Verdad es
que las personas algo corpulentas y las agitadas por pasiones fuertes
deben evitar el uso de alimentos estimulantes. Especialmente en las
familias cuyos hijos son dados a hábitos sensuales deben proscribirse
los huevos. Por lo contrario, no deben suprimir completamente la
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leche ni los huevos las personas cuyos órganos productores de sangre
son débiles, particularmente si no pueden conseguir otros alimentos
que suplan los elementos necesarios. Deben tener mucho cuidado,
sin embargo, de obtener la leche de vacas sanas y los huevos de aves
igualmente sanas, esto es, bien alimentadas y cuidadas. Los huevos
deben cocerse en la forma que los haga más digeribles.
La reforma alimenticia debe ser progresiva. A medida que van
aumentando las enfermedades en los animales, el uso de la leche y
los huevos se vuelve más peligroso. Conviene tratar de substituirlos
con comestibles saludables y baratos. Hay que enseñar a la gente
por doquiera a cocinar sin leche ni huevos en cuanto sea posible, sin
que por esto dejen de ser sus comidas sanas y sabrosas.