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El Ministerio de Curacion
La costumbre de comer sólo dos veces al día es reconocida ge-
neralmente como beneficiosa para la salud. Sin embargo, en algunas
circunstancias habrá personas que requieran una tercera comida, que
debe ser ligera y de muy fácil digestión. Unas galletas o pan tostado
al horno con fruta o café de cereales, son lo más conveniente para la
cena.
Hay algunos que siempre recelan de que la comida por muy
sencilla y sana que sea, les haga daño. Permítaseme decirles: No
penséis que la comida os va a hacer daño; no penséis siquiera en la
comida. Comed conforme os lo dicte vuestro sano juicio; y cuando
hayáis pedido al Señor que bendiga la comida para fortalecimiento
de vuestro cuerpo, creed que os oye, y tranquilizaos.
Puesto que los principios de la salud exigen que desechemos
cuanto irrita el estómago y altera la salud, debemos recordar que
un régimen poco nutritivo empobrece la sangre. Esto provoca casos
de enfermedad de los más difíciles de curar. El organismo no está
suficientemente nutrido, y de ello resulta dispepsia y debilidad ge-
neral. Los que se someten a semejante régimen no lo hacen siempre
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obligados por la pobreza; sino más por ignorancia o descuido, o por
el afán de llevar adelante sus ideas erróneas acerca de la reforma pro
salud.
No se honra a Dios cuando se descuida el cuerpo, o se lo maltrata,
y así se lo incapacita para servirle. Cuidar del cuerpo proveyéndole
alimento apetitoso y fortificante es uno de los principales deberes del
ama de casa. Es mucho mejor tener ropas y muebles menos costosos
que escatimar la provisión de alimento.
Algunas madres de familia escatiman la comida en la mesa para
poder obsequiar opíparamente a sus visitas. Esto es desacertado. Al
agasajar huéspedes se debiera proceder con más sencillez. Atiéndase
primero a las necesidades de la familia.
Una economía doméstica imprudente y las costumbres artifi-
ciales hacen muchas veces imposible que se ejerza la hospitalidad
donde sería necesaria y beneficiosa. La provisión regular de alimento
para nuestra mesa debe ser tal que se pueda convidar al huésped
inesperado sin recargar a la señora de la casa con preparativos extra-
ordinarios.
Todos deben saber lo que conviene comer, y cómo aderezar-
lo. Los hombres, tanto como las mujeres, necesitan saber preparar