Página 226 - El Ministerio de Curacion (1959)

Basic HTML Version

222
El Ministerio de Curacion
que parece ser fuerza, no es más que excitación nerviosa. Pasada la
acción del estimulante, la fuerza artificial declina y deja en su lugar
un estado correspondiente de languidez y debilidad.
El consumo continuo de estos excitantes de los nervios provoca
dolor de cabeza, insomnio, palpitaciones del corazón, indigestión,
temblores y otros muchos males; porque esos excitantes consumen
las fuerzas vitales. Los nervios cansados necesitan reposo y tranqui-
lidad en vez de estímulo y recargo de trabajo. La naturaleza necesita
tiempo para recuperar las agotadas energías. Cuando sus fuerzas son
aguijoneadas por el uso de estimulantes uno puede realizar mayor
tarea; pero cuando el organismo queda debilitado por aquel uso
constante se hace más difícil despertar las energías hasta el punto
deseado. Es cada vez más difícil dominar la demanda de estimulan-
tes hasta que la voluntad queda vencida y parece que no hay poder
para negarse a satisfacer un deseo tan ardiente y antinatural, que pide
estimulantes cada vez más fuertes, hasta que la naturaleza, exhausta,
no puede responder a su acción.
El hábito del tabaco
El tabaco es un veneno lento, insidioso, pero de los más nocivos.
En cualquier forma en que se haga uso de él, mina la constitución; es
tanto más peligroso cuanto sus efectos son lentos y apenas percepti-
bles al principio. Excita y después paraliza los nervios. Debilita y
anubla el cerebro. A menudo afecta los nervios más poderosamente
que las bebidas alcohólicas. Es un veneno más sutil, y es difícil
eliminar sus efectos del organismo. Su uso despierta sed de bebidas
[252]
fuertes, y en muchos casos echa los cimientos del hábito de beber
alcohol.
El uso del tabaco es perjudicial, costoso y sucio; contamina al
que lo usa y molesta a los demás. Sus adictos se encuentran en
todas partes. Es difícil pasar por entre una muchedumbre sin que
algún fumador le eche a uno a la cara su aliento envenenado. Es
desagradable y malsano permanecer en un coche de ferrocarril o en
una sala donde la atmósfera esté cargada con vapores de alcohol
y de tabaco. Aunque haya quienes persistan en usar estos venenos
ellos mismos, ¿qué derecho tienen para viciar el aire que otros deben
respirar?