Página 227 - El Ministerio de Curacion (1959)

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Estimulantes y narcóticos
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Entre los niños y jóvenes el uso del tabaco hace un daño incalcu-
lable. Las prácticas malsanas de las generaciones pasadas afectan a
los niños y jóvenes de hoy. La incapacidad mental, la debilidad física,
las perturbaciones nerviosas y los deseos antinaturales se transmiten
como un legado de padres a hijos. Y las mismas prácticas, seguidas
por los hijos, aumentan y perpetúan los malos resultados. A esta
causa se debe en gran parte la deterioración física, mental y moral
que produce tanta alarma.
Los muchachos empiezan a hacer uso del tabaco en edad muy
temprana. El hábito que adquieren cuando el cuerpo y la mente son
particularmente susceptibles a sus efectos, socava la fuerza física,
impide el crecimiento del cuerpo, embota la inteligencia y corrompe
la moralidad.
Pero, ¿qué puede hacerse para enseñar a niños y jóvenes los
males de una práctica de la cual les dan ejemplo los padres, maestros
y pastores? Pueden verse niños, apenas salidos de la infancia, con el
cigarrillo en la boca. Si alguien les dice algo al respecto contestan:
“Mi padre fuma.” Señalan con el dedo al pastor o al director de la
escuela dominical y dicen: “Este caballero fuma, ¿qué daño me hará
a mí hacer lo que él hace?” Muchas personas empeñadas en la causa
de la temperancia son adictas al uso de tabaco. ¿Qué influencia
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pueden ejercer para detener el avance de la intemperancia?
Pregunto a los que profesan creer y obedecer la Palabra de Dios:
¿Podéis, como cristianos, practicar un hábito que paraliza vuestra
inteligencia y os impide considerar debidamente las realidades eter-
nas? ¿Podéis consentir en robar cada día a Dios parte del servicio
que se le debe, y negar a vuestros semejantes la ayuda que debierais
prestarles y el poder de vuestro ejemplo?
¿Habéis considerado vuestra responsabilidad como mayordomos
de Dios respecto a los recursos que están en vuestras manos? ¿Cuán-
to dinero del Señor gastáis en tabaco? Recapacitad en lo que habéis
gastado así en toda vuestra vida. ¿Cómo se compara el importe de
lo gastado en este vicio con lo que habéis dado para aliviar a los
pobres y difundir el Evangelio?
Ningún ser humano necesita tabaco; en cambio hay muchedum-
bres que mueren por falta de los recursos que gastados en tabaco
resultan más que derrochados. ¿No habéis malgastado los bienes
del Señor? ¿No os habéis hecho reos de hurto para con Dios y para