Estimulantes y narcóticos
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Las bebidas fermentadas
Pensad en las espantosas desgracias que suceden cada día a
consecuencia de la bebida. En un tren, algún empleado pasa por
alto una señal, o interpreta erróneamente una orden. El tren sigue
adelante; ocurre un choque, y se pierden muchas vidas. O un vapor
encalla, y tanto los pasajeros como los tripulantes hallan su tumba en
el agua. Procédese a una investigación y se comprueba que alguien
que desempeñaba un puesto importante estaba entonces bajo la
influencia de la bebida. ¿Hasta qué punto puede uno entregarse al
hábito de beber y llevar la responsabilidad de vidas humanas? Estas
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pueden confiarse tan sólo a quien es verdaderamente abstemio.
Los que han heredado la sed de estimulantes antinaturales no
deberían tener de ningún modo vino, cerveza o sidra a la vista o a su
alcance, porque esto los expone continuamente a la tentación. Consi-
derando inofensiva la sidra dulce, muchos no vacilan en comprar una
buena provisión de ella. Pero la sidra permanece dulce muy poco
tiempo; pronto empieza a fermentar. El gusto picante que entonces
adquiere la hace tanto más aceptable a muchos paladares, y el que la
bebe se resiste a creer que ha fermentado.
Aun el consumo de sidra dulce tal como se la produce común-
mente es peligroso para la salud. Si la gente pudiera ver lo que
el microscopio revela en la sidra que se compra, muy pocos con-
sentirían en beberla. Muchas veces los que elaboran sidra para la
venta no son escrupulosos en la selección de la fruta que emplean,
y exprimen el jugo de fruta agusanada y echada a perder. Los que
ni siquiera pensarían en comer fruta dañina o podrida, no reparan
en tomar sidra hecha con esta misma fruta y la consideran deliciosa;
pero el microscopio revela que aun al salir del lagar, esta bebida al
parecer tan agradable es absolutamente impropia para el consumo.
Se llega a la embriaguez tan ciertamente con el vino, la cerveza
y la sidra, como con bebidas más fuertes. El uso de las bebidas
que tienen menos alcohol despierta el deseo de consumir las más
fuertes, y así se contrae el hábito de beber. La moderación en la
bebida es la escuela en que se educan los hombres para la carrera de
borrachos. Tan insidiosa es la obra de estos estimulantes más leves,
que la víctima entra por el camino ancho que lleva a la costumbre
de emborracharse antes de que se haya dado cuenta del peligro.