Página 230 - El Ministerio de Curacion (1959)

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El Ministerio de Curacion
Algunos que nunca son tenidos por ebrios están siempre bajo
la influencia de las bebidas embriagantes débiles. Se los nota febri-
les, de genio inestable y desequilibrados. Creyéndose en seguridad,
siguen adelante, hasta derribar toda barrera y sacrificar todo princi-
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pio. Las resoluciones más firmes quedan socavadas; las más altas
consideraciones no bastan para sujetar sus apetitos a la razón.
En ninguna parte sanciona la Biblia el uso del vino fermentado.
El vino que Cristo hizo con agua en las bodas de Caná era zumo
puro de uva. Este es el “mosto” que se halla en el “racimo,” del
cual dice la Escritura: “No lo desperdicies, que bendición hay en él.”
Isaías 65:8
.
El vino que hizo Cristo
Fué Cristo quien advirtió a Israel en el Antiguo Testamento: “El
vino es escarnecedor, la cerveza alborotadora; y cualquiera que por
ello errare, no será sabio.”
Proverbios 20:1
. Cristo no suministró
semejante bebida. Satanás induce a los hombres a dejarse llevar
por hábitos que anublan la razón y entorpecen las percepciones
espirituales, pero Cristo nos enseña a dominar la naturaleza inferior.
Nunca ofrece él a los hombres lo que podría ser una tentación para
ellos. Su vida entera fué un ejemplo de abnegación. Para quebrantar
el poder de los apetitos ayunó cuarenta días en el desierto, y en
beneficio nuestro soportó la prueba más dura que la humanidad
pudiera sufrir. Fué Cristo quien dispuso que Juan el Bautista no
bebiese vino ni bebidas fuertes. Fué él quien impuso la misma
abstinencia a la esposa de Manoa. Cristo no contradijo su propia
enseñanza. El vino sin fermentar que suministró a los convidados
de la boda era una bebida sana y refrigerante. Fué el vino del que
nuestro Salvador hizo uso con sus discípulos en la primera comunión.
Es también el vino que debería figurar siempre en la santa cena
como símbolo de la sangre del Salvador. El servicio sacramental
está destinado a refrigerar y vivificar el alma. Nada de lo que sirve
al mal debe relacionarse con dicho servicio.
A la luz de lo que enseñan las Escrituras, la naturaleza y la razón
respecto al uso de bebidas embriagantes, ¿cómo pueden los cristianos
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dedicarse al cultivo del lúpulo para la fabricación de cerveza, o a la
elaboración de vino o sidra? Si aman a su prójimo como a sí mismos,